miércoles, 5 de agosto de 2020

ELENA REALES FERRER y ROSA Mª FERNÁNDEZ SÁNCHEZ.

¡¡SORPRESA, SORPRESA!! 

Isabel Gemio: Hola, ¿tú quién eres? 

Lazarillo: Lázaro. 

Isabel Gemio: Lázaro, y ¿de dónde vienes? 

Lazarillo: Yo… yo soy un Lazarillo de Tormes. 

Isabel Gemio: ¡Ah, sí! ¡Qué ciudad tan bonita! ¿Y quién te cuida? 

Lazarillo: Un ciego. Un ciego tacaño. 

Isabel Gemio: Dime, Lázaro, ¿qué te pasa en la cara? 

Lazarillo: ¿Lo dices por los dientes? Pues nada, mi amo que me esclafó un jarro de vino en la cabeza y… así estoy. 

Isabel Gemio: Pero ¿por qué? No me lo cuentes aquí, anda, acompáñame al sofá. (Se sientan en el sofá) Lázaro, ¿algo tuviste que hacer tú, no? 

Lazarillo: No, nada importante. Yo sólo le robaba un poco de vino. 

Isabel Gemio: ¿Y cómo te las ingeniabas tú para robarle el vino? 

Lazarillo: Yo me sentaba debajo de sus piernas, y le hice un pequeño agujero al jarro, y le ponía cera. Cuando esa cera se derretía, caía el vino, yo abría la boca, y así bebía. 

Isabel Gemio: ¡Ah! Ya lo entiendo, y entonces, para vengarse, te lanzó el jarro a la cara. 

Lazarillo: Sí, así es. 

Isabel Gemio: Lázaro, ¿qué te haría más ilusión en este momento? 

Lazarillo: Pues… unos buenos dientes para poder comer carne. 

Isabel Gemio: ¡Ah, sí! Pues… Lázaro, yo no te puedo dejar sin dientes. ¡Aquí tienes unos dientes nuevos! 

Lazarillo: ¿Sí? No me lo puedo creer. Muchísimas gracias, Isabel. 

Isabel Gemio: De nada, Lázaro.

Autoras: Elena Reales Fernández / Rosa Mª. Fernández Sánchez. 
3º E.S.O. Curso 1994-1995.

martes, 4 de agosto de 2020

MARÍA DEL MAR...

DIARIO DE LA MADRE DE LÁZARO 

Día 26-8-1836. 

Hoy día 26, he dejado abandonado a mi hijo Lázaro en casa de un ciego ya que yo he tenido que emigrar a otro país en busca de un trabajo. Me da mucha lástima ya que Lázaro aún es muy pequeño y él solo no se sabe cuidar, aunque está con el ciego que… 

Día 27-8-1836. 

Ya he llegado a Canadá, donde he encontrado un trabajo. Es muy duro pero a ver si con este pequeño sueldo puede venir mi pequeño Lázaro a vivir conmigo. 

Día 7-12-1837. 
Hace más de un año que no sabía nada de Lázaro hasta hoy, que he recibido unas noticias que… ¡buenas son! 

Lázaro ha perdido el conocimiento por un golpe que se ha llevado en la cabeza, sin dientes se ha quedado, y con unos cristales incrustados en su cara. Según me han dicho, la culpa la ha tenido mi pequeño Lázaro por beber unos cuantos tragos de ese dulce vino. ¡Pero mira que no se lo advertí! 

Lázaro es muy listo, pero el ciego lo es aún más. Sólo con tantear unas cuantas veces y meter el dedo en esa vieja jarra descubrió que le faltaba vino. El ciego venga tantear hasta descubrir el agujero que Lázaro había hecho a esa jarra y lo había tapado con una especie de masilla para que, al calentarse con el calor del fuego, Lázaro bebiera. El ciego, muy furioso, cogió la jarra con las dos manos y le ha dado el golpe con todas sus fuerzas. Se ha vengao y… 

Día 22-1-1838. 

Por fin mi hijo ya se ha recuperado de ese terrible golpe y está en estos momentos en un dentista para que le hagan una dentadura. Al final me ha salido más caro que si yo me lo hubiera quedado.

Autora: María del Mar... 3º E.S.O. Curso 1994-1995.

TOÑI MARTÍNEZ MOYA

GLADIADORES AMERICANOS 

Hoy, un día más, nos presentamos en esta lucha sin fin, pero hoy es un programa especial. La lucha por conseguir la mayor puntuación es entre dos “amigos”, dos compañeros en los viajes. Se trata de un invidente y su acompañante, Lázaro. 

Y ahí se encuentran. Sale Lázaro vestido de rojo y, el pobre ciego, acompañado de Sarah, con el traje azul. Parece ser una venganza por una deuda de vino; no sé, señoras y señores, algo de eso hay. 

En primer lugar hay que pasar los obstáculos y llegar a la parte de arriba de la cima, en cuya subida serán perseguidos brutalmente por Tony y Marcos, nuestros chicos, que le impedirán la llegada a la meta. Ya salen, es Lázaro, con una venda en los ojos como pueden observar para igualar las condiciones, quien lleva la ventaja, no se adelanta el ciego y, tras pasar los obstáculos, suben. Marcos le pisa los talones al viejo pero no, lo supera; a ver, Lázaro le pisa las manos a Tony y éste cae. Hay un empate. El juego se decide en el próximo encuentro. 

Bueno, ya están preparados, ambos colocados encima de las pasarelas y quien antes haga caer al otro gana los cincuenta puntos y el juego de hoy. ¡Qué lucha! está súper emocionante, no lo alcanza pero Lázaro le da con la barra en la espalda, pero no cae, guarda bien el equilibrio, ahora es el viejo quien intenta darle al chiquillo y le da en la cara, derribándolo. 

Lázaro está tendido en el suelo, se ha quedado sin un solo diente del golpe que le ha dado, están esparcidos por las colchonetas, el pobre está inconsciente. Bueno, ya pueden ver que ha ganado el anciano, astuto. 

Nos despedimos hasta mañana, ¿dónde? ¡Cómo no! en GLADIADORES AMERICANOS con otro encuentro, aseguramos, muy emocionante. 

¡Que estés bien, happy, happy!

Autora: Toñi Martínez Moya. 3º E.S.O. Curso 1994-1995.

 


MARTA LÓPEZ SANTOS

Hola, muy buenas noches. Hoy en CONFESIONES tenemos un caso especial, se trata de Lazarillo, un joven que por causa de su hambre hizo lo posible por alimentarse y vean, vean cómo lo hizo. 

-Hola, Lázaro, cuéntanos. 

-Hola, quiero decir mi confesión ya que yo no le quería hacer daño a mi amo. 

-Explícanos cómo lo hacías. 

-Cuando tenía mucha sed, como ese ciego no se enteraba, yo bebía del jarro de vino. Pero el notó que faltaba vino. Como sospechaba de mí, tapaba el jarro de tal forma que yo no podía beber pero, sin que él se diera cuenta, le hice un agujero, y cuando llegó la oportunidad de beber, yo me había colocado entre sus piernas, al lado del fuego, así me pondría acostado y podría beber. 
Pero mi amo me la estaba guardando ya que, de tanto que manoseó el jarro, encontró el agujero. 
Cuando yo estaba plácidamente bebiendo, el ciego dio un manotazo y dejó caer el jarro en mi cara, rompiéndomela y quitándome todos los dientes de golpe. Por eso estoy aquí, para pedir perdón, y no me importa que me haya hecho daño, me lo merecía. Lo siento, amo.

Autora: Marta López Santos. 3º E.S.O. Curso 1994-1995

lunes, 27 de julio de 2020

FINA LÓPEZ GARCÍA

Una mañana, al despertarse el sol sobre la selva asturiana, un muchachito llamado Lázaro acudía presuroso a la llamada de emergencia. Mientras atravesaba el bosque corriendo, sorteando árboles y saltando por las piedras, se preguntaba quién estaría en apuros. 


Por fin, en un claro del bosque, Lázaro encontró a su amigo Cody, que era el que había hecho sonar la alarma pidiendo ayuda. 

-¿A quién han atrapado? -preguntó Lázaro a su amigo. 

-A Bianca, la princesa del bosque -contestó Cody. Está atrapada en la red de un cazador furtivo en lo alto del risco. Tú eres el único que puede ayudarla. 

El muchacho subió a la espalda de su amigo y echaron a correr por el bosque. Lázaro y Cody llegaron enseguida al pie de una montaña de piedra, y Cody señaló hacia la cima. 

-Bianca está en lo alto de aquel risco. ¡Ten mucho cuidado, amiguito! 

-No te preocupes, lo conseguiré, -dijo Lázaro mientras empezaba a trepar por la escarpada superficie de la roca. 

A medida que avanzaba, la ascensión se hacía más difícil, pero Lázaro seguía adelante. “Tengo que lograrlo, tengo que liberar a Bianca”, se decía mientras contenía la respiración. 

Cuando Lázaro llegó a la cumbre, se asomó al borde del precipicio. Ante él, atrapada en una red, estaba aquella bonita princesa. 

-No voy a hacerte daño. 

Bianca chillaba asustada. 

-He venido a ayudarte, -le aseguró Lázaro acariciando su cabeza. 

Para tranquilizarla, empezó a contarle una historia que, a Lázaro, cada vez que la contaba, le entraban ganas de llorar. 

-¿Y esas ganas de llorar?, -preguntó Bianca. 

-Te lo cuento, presta atención, no me gustaría repetir una palabra detrás de otra, -dijo Lázaro: 
Desde muy pequeñito, vivía con un viejo, era ciego, él tenía una jarra con vino, por cierto, jamás he probado un vino más bueno. Para estar recibiendo aquellos dulces tragos, hice un agujero y puse cera, ya que la cera se deshacía en el fuego y, claro, yo podía beber. 
Uno de esos muchos días, mi cara puesta hacia el cielo, un poco cerrados los ojos para saborear mejor el licor, el desesperado ciego, con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó caer sobre mi boca, ayudándose con todo su poder. 
Fue tal el golpe que me quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé. Sin mis dientes no puedo comer carne ni golosinas y, ¿sabes?, cada vez que veo una jarra con vino o cuento esta historia, procuro no contarla, me dan ganas de llorar. 

-Muchas gracias, Lázaro, por contarme esta historia y, cómo no, por rescatarme. Eres fantástico, -dijo Bianca. 

-Gracias a ti por no reírte, todo el mundo, a quien cuento mi historia, se parte de risa. Encuentran gracioso que te quiebren los dientes, sin esos no soy nada, -decía Lázaro.

Autora: Fina López García. 3º E.S.O. Curso 1994-1995.

MARÍA JÉSSICA FERNÁNDEZ SÁNCHEZ

Yo soy un pobre ciego y quiero contar mi testimonio: 
Voy a empezar por la gente que me rodeaba, todas las personas me ignoraban, y no me querían, se aprovechaban de mí, fijaos, hasta mi propio amigo Lázaro de Tormes me engañó aprovechándose de mi ceguera. Él pensaba que yo, al ser ciego, no me iba a dar cuenta de lo que me hizo. El muy cretino me hizo un pequeño agujerito en mi jarro para así poder beber él también. Fijaos si era malvado que me trataba de ser un egoísta, marrano, viejo peludo, y muchas más cosas. Pero… ¿qué hice? Cogí el carro y se lo estrompé en toda su melondra llena únicamente de malas ideas. 

Él no dijo nada, le hice muchas cicatrices en la cara y le rompí los cuatro dientes que le quedaban. Quedó, el pobre, inútil, no podía ni ver ni, lo más importante para él, comer, le encantaba llenar el buche. Pero ¿qué creéis que pasó? 

El muy maldito me denunció por pegar a un menor y tuve que asistir a un juicio en el cual tuve que contar lo sucedido. El juez supo muy bien decidir lo que cada uno debía de pagar por su mala conducta. Antes de decidirlo el juez, Lázaro me pedía lo siguiente: 
-Que le pagara todos los dientes, no se conformaba con los cuatro que yo le había roto sino que quería toda la dentadura postiza y de la mejor; y que le diera una cantidad de 400.000 pesetas mensuales para ir al esteticista, hasta que le transformaran esa cara de cavernícola en la suya propia. 

Pero al reclamarme él a mí todo eso, yo le pedía lo siguiente: 
-100 litros del mejor vino por cada gota de mi vino que cayó en su bocaza. Y otro jarro del mejor que hubiera. 

Pero eso no iba a ser así, íbamos a tener que darnos el uno al otro lo que el juez dijese y… ¿qué dijo? 

El señor juez nos dio la solución: Yo tenía que pagarle sus dientes a Lázaro, la dentadura completa y de las mejores; y a cambio, Lázaro me tenía que dar 50 litros del mejor vino por cada diente que le ponían. Así quedó todo. ¿Os ha gustado? 

Esta historia tuvo mucho que ver para mí después, yo comprendí que no me tenía que fiar ni de mi mejor amigo, no volví a confiar en más nadie, y me dediqué a escribir mi historia en todos los idiomas para que todo el mundo la conociese. 

Un beso a todos los que la habéis leído, deseo que no paséis por esta situación y que no tengáis un amigo tan infiel y malvado como el mío. 

Os quiero.

Autora: María Jéssica Fernández Sánchez. 3º E.S.O. Curso 1994-1995.

viernes, 24 de julio de 2020

YOLANDA NAVARRO

Hola, soy Lázaro. Estoy aquí en la casa de mi amo, pasando hambre y sed, y viendo a mi amo cómo se da la buena vida. 

Un día, mi amo, que es ciego, estaba bebiendo vino y, a causa de mi desesperación, cogí una paja y empecé a beber de ese sabroso vino. El ciego se dio cuenta de que el vino se acababa y él no bebía. Se puso el jarro entre las piernas tapándolo con la mano. A mí me gustó mucho aquel sabroso vino, me puse entre sus piernas para calentarme e hice un agujero en el jarro y le puse un tapón de cera. Me senté en el suelo, mirando hacia arriba, y mientras se iba derritiendo la cera, me iba cayendo a mí el vino. El ciego se dio cuenta y, mientras yo bebía, el cogió el jarro y me metió un tremendo jarrazo en la cara que todavía tengo las señales. 

Esta es mi historia, pero todavía no termina porque este tacaño ciego no parará hasta matarme. 

Si alguien algún día encuentra esta carta que la lleven a la policía porque este viejo es un delincuente sospechoso que se hace pasar por ciego para martirizar a la gente.

Autora: Yolanda Navarro. 3º E.S.O. Curso 1994-1995.