sábado, 30 de mayo de 2020

MIREIA NAVARRO LÓPEZ

EL LAZARILLO A LO PANOCHO

Dado que pertenezco a la Región de Murcia, voy a contar este fragmento como lo diríamos en mi Región. El Murciano (dialecto español) y el panocho (habla de la huerta murciana) no son reconocidos como lenguas oficiales en España debido a que carecen de un reglado sintáctico propio.

Al zagal le gustaba aprovecharse de su amo pa atiborrarse a vino cada vez que el jodío de su amo bebía tamién, hasta que un día este rondaba el botijo y se enteró de que había un bujero en él, pero el muy malasombra hizo como el que no sabe na. Al día siguiente, estando el zagal tan agustico con su botijo, sin pensar pensar el pobre en el zurrío que se le venía encima; el zagalico, como lo venía haciendo, estaba atiborrándose de ese dulce vinico, con su cara mirando pa arriba con los ojos entornaos, quiso el tonto el pijo del ciego jugársela y con toa su mala ostia y sus grandes zarpas, dejó caer el botijo sobre la boca del zagal; de esto que el zagal no tenía ni pajorera idea, sino que como siempre estaba bien acurrucaico. 

Fue tal el zurrío que le dio y el botijazo tan enorme que los peazos se le metieron por la cara y le esclafó los dientes sin los que hasta hoy día se quedó.

Autora: Mireia Navarro. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

PAULA ROBLES VALERA

La otra noche estuve viendo fotos de un viejo álbum que tenía mi abuela, y cuál fue mi sorpresa al encontrar un recopilatorio de unas pasadas navidades en que nos juntamos toda la familia. Mirando esas fotos me acordé de ese momento como si hubiera sido ayer mismo.
Esa noche nos reunimos toda la familia a cenar en casa de mis abuelos como era costumbre. Fue una noche muy divertida y difícil de olvidar ya que mis primos y yo revivimos momentos de nuestra feliz infancia.

Después de la cena, nos sentamos junto a la chimenea arropados por el calor como solíamos hacer de niños, y nuestro abuelo se sentó en su sillón, aquel rojo, viejo y cómodo sillón que tanto le gustaba, y comenzó a contarnos sus historias. Historias que nos encantaba oír, ya que siempre aprendías algo nuevo de ellas. Muchas eran invenciones suyas para enseñarnos cosas de la vida, pero a nosotros las que más nos gustaban y más nos divertían eran las anécdotas de cuando era pequeño. Imaginábamos aquellas historias como si estuviesen pasando en ese mismo instante.
Esa noche nos contó la historia que le ocurrió a un amigo suyo una vez...
Juan, que así se llamaba mi amigo, vivía con su tío Miguel porque sus padres murieron en un accidente. A Miguel le encantaba acompañar sus comidas con vino y tenía una jarra de barro para guardarlo. Juan, que era muy pillo, quería probar el vino de su tío, pero éste no le dejaba. Un día al chico se le ocurrió hacerle un agujero a la jarra y así, de forma astuta, poder beber sin que su tío se enterase. Pero a Juan no le salió todo como pensaba porque Miguel se dio cuenta.
Una noche, mientras su tío cenaba, Juan se sentó debajo de él, con la excusa de resguardarse del frío, y comenzó a beber de aquel vino. Para Juan era algo increíble, le encantó el vino. Pero lo que el pobre muchacho no se esperaba era lo que sucedería a continuación. 
Estando el chico relajado y gozoso bebiendo aquel delicioso y exquisito líquido, vio cómo todo se le echaba encima y, antes de que se diera cuenta, estaba con la cara morada. Su tío dejó caer la jarra encima del chico con todas sus fuerzas.
Mi abuelo nos cuenta que desde ese día su amigo Juan no ha vuelto a probar el vino, ya que le trae los malos recuerdos de aquel día. A nosotros la historia nos pareció muy divertida, pero también nos dio pena el pobre niño con el porrazo que se llevó. Su tío, en mi opinión, fue muy cruel con él.

Estoy deseando volver a casa de mis abuelos para sentarme junto a la chimenea y escuchar otra de esas historias que tanto me gustan y con las que tanto aprendo.

Autora: Paula Robles Valera. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

viernes, 29 de mayo de 2020

RAQUEL MUÑOZ SALINAS

Una conversación entre dos vecinas 
que cuentan lo que le pasó a Lázaro con el ciego.

- ¡Chacha! ¿Tú sabes lo que le ha pasao al Lázaro?

- No. ¿Qué Lázaro?

- Pos el que ayuda al ciego del quinto.

-¡Ah, ya! No. No sé lo que ha pasao. ¿Qué ha pasao?

- Pos nena, que se ve que el zagal le estaba robando el vino. Y el ciego, como se le acababa mu pronto, pos tantas vueltas y tientos dio al jarro, que halló la fuente y cayó en la burla.

- ¡Cállate!

-Sí, tía, pero espera que aún no he terminao. Al otro día pos el ciego se puso a beberse su vino y Lázaro rezumando su jarro como solía, no pensando el daño que le estaba aparejado ni que el mal ciego le sentía. Tenía la cara hacia el cielo y entonces le soltó la jarra en toa la boca.

-¡Chacha, pero qué dices!

-Que sí, pero no es to lo malo, fue tal el ostión que le dio que le desatinó y sacó de sentido. Y se le hincaron tos los cristales por toa la cara.

- ¡Maemía qué locura! ¡Qué loco el ciego! ¿No? Jajajajaja...

- Ya ves, jajajajaja, pero es que encima de to le quebró los dientes, sin los cuales hasta hoy se quedó.

- Acha, por mejor no arrimarse mucho al ciego, que si se entera que mi padre le roba el periódico capaz le rompe los dientes también, jajajajaja...

- Ya ves, jajajajaja. Pero es que el Lázaro está loco perdío. Yo no sería capaz de quitarle el vino al ciego sabiendo cómo es.

- Pos yo sí, tía, si me tiene sin comer ni na pos le quito lo que haga falta. ¡Qué desjraciao el ciego! ¡Pobre Lázaro!

- En verdad llevas razón. Bueno, vámonos que nos esperan los churris.

-Venga, sí, que hoy toca noche loca.

Autora: Raquel Muñoz Salinas. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

MARTA MERLOS MARTÍNEZ

No puedo más, mis piernas no responden y en cada paso que doy siento que me voy a desvanecer en la arena. Echo la vista atrás y veo el avión en llamas, mientras que sus pasajeros consiguen salir victoriosos de él. Cada segundo que pasa lamento haber escogido ese vuelo en dirección a Sidney, pero quién diría que yo y toda esa gente nos encontraríamos en una isla desierta al margen de la sociedad. Me dispongo a seguir caminando sobre la orilla del mar, sin intención alguna de ayudar a los heridos, pues debo planificar cómo salir de aquí.

El mar es algo que me fascina desde niño, he crecido en casa de marineros y su sonido me resulta más que familiar. Tomo asiento en la arena, sin importarme que pueda mancharme la ropa y comienzo a planear un proyecto para escapar. Alzo la mirada hacia el horizonte, y percibo un objeto siendo empujado por las olas. Cada vez se acerca más a mí, hasta que soy capaz de reconocer ese cuerpo e intento cogerlo. Se trata de una botella de cristal, pero lo más curioso es que guarda un misterioso papel en su interior. Retiro el tapón y desenrollo el papel, que para mi suerte se encuentra en perfecto estado. No puedo resistirme a leerlo, fijo mi vista en las primeras palabras y comienzo a leer:

5 de enero de 1554
Debo agradecerle a Dios poder estar rubricando mi día, pues casi no lo cuento.
Mi estrategia para usurpar vino a mi amo no ha salido como esperaba, esta vez me ha atrapado y he de confesar que he pasado más que pavor.
Tal y como siempre hacía, me acomodé bajo las rodillas del ciego con la intención de beber ese fantástico y apetecible líquido. Pero tantos fueron los intentos que se acabó percatando de lo que estaba ocurriendo, pero no medió ni una sola palabra. Se tomó su tiempo para maquinar una buena venganza, y en el momento más inesperado, me arrojó el cántaro del que estábamos bebiendo a la cabeza. Me quedé en el sitio, puesto que no podía mover ni un sólo músculo debido al fuerte golpe que mi amo me había propinado. Mi cabeza había sufrido grandes daños, múltiples fragmentos de aquel cántaro se habían incrustado en mi cara, e incluso en mis dientes, provocando su fragmentación y su caída permanente.
Estoy fascinado de poder relatar mi experiencia con el más mínimo detalle, aún me duele la cabeza y lo único que puedo hacer ahora es dormir.

Leo el fragmento repetidos veces, todavía sin asimilar lo que acabo de analizar. ¿Es posible que tenga un pedazo de "El Lazarillo" en mis propias manos? Recuerdo ese libro, tantas veces lo he leído en mis vivencias en la universidad que hasta lo puedo recitar de memoria si la situación lo requiriera. Si no fuera porque estoy en un lugar despoblado, sería el hombre más feliz del mundo.

Escucho un ruido lejano, pero cada vez más y más cercano hasta que es posible identificarlo. Se trata de un motor de avión, estoy salvado. El humo del aeroplano recién estrellado ha sido la señal para nuestro favorable rescate. Tal vez ha sido el destino el responsable de que el avión se precipitara con el deseo de poder encontrar aquel fragmento, pero lo único que sé es que tengo en mi posesión un elemento irreemplazable de la literatura española.

Autora: Marta Merlos Martínez. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

CARMEN MARTÍNEZ CARRASCO

En la sala del odontólogo Dr. Carlos Montero se encontraba el Lazarillo de Tormes cabizbajo y esperando su turno. A esto que, entre revista y revista, llaman a la puerta y aparece su amigo Ecce Homo.

-¡Hombre, Lazarillo! ¿Tú también al dentista?

El Lazarillo esbozó un sonrisa dejando al descubierto su boca desdentada.

-¡Acho! ¿Qué ta pasao en la boca.

- ¡Ese topo desgraciao me ha volao loz dientes de un jarrazo! Zolía robarle el vino de mil maneras. ¡Pero el muy canalla me pilló en la última! Decidí hacerle un bujero en el jarro y taparlo con cera, y azín fingiendo tener una miaja de fresco, me colocaba entre zuz piernaz y al caló de ella ze derretía la cera y me caía el vino en la boca. Pero eze ciego agoniozo ze dio cuenta y decidió vengarse partiéndome los piños. ¡Eztando yo tan atontinao zin desperdiciar ni una zola gota, me pareció que el mismo cielo me había caído encima! Fue tal el golpe que me dejó zin sentido y los cacho trozos del jarrón se me metieron por la cara estrozándomela. ¿Y a ti qué ta pasao, Ecce?

-¡Mae mía, Lazarillo! ¿T' acuerdas de Cecilia? ¿La cirujana que se empeñó en hacerme un retoque en la cara? ¡Pos lo hizo! ¡Menudo cuadro ma hecho en la cara!

Sin dejar de reír mientras las lágrimas le corrían por la cara, el Lazarillo le contestó:

- ¡Tranquilo, Ecce, ziempre nos quedará Halloween!

Autora: Carmen Martínez Carrasco. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

MARÍA JOSÉ GUILLÉN

LÁZARO Y EL CIEGO

CIEGO AGREDE A UN JOVEN QUE VIVÍA EN SU CASA, 
POR CULPA DE UN JARRO DE VINO

- ¿Qué solía hacer usted?
- Como el ciego solía poner junto a él un jarro de vino mientras comíamos, yo rápidamente le daba un par de tragos. Pero aquello duró muy poco.

- ¿Por qué dice que duró poco?
- Porque se dio cuenta de que faltaba vino y ya nunca soltaba el jarro.

- ¿Y qué hizo al respecto?
- Utilicé una paja larga de centeno que metía en la boca del jarro y así podía chupar el vino, sin hacer ruido para que no se enterase.

- Y aquella táctica, ¿cuánto tiempo resultó efectiva?
- Algún tiempo, pero el ciego notaba que le faltaba vino y, a raíz de eso, se colocaba el jarro entre las piernas y lo tapaba con la mano.

- ¿Desistió ahí de su deseo de beber vino?
- No, tras el último intento fallido, lo que hice fue hacerle un agujero en la parte de abajo del jarro y lo tapaba con cera. Entonces fingía tener frío para acercarme a la lumbre; la cera se derretía; y yo me sentaba entre sus piernas mientras saboreaba dicho manjar. Pero el ciego al final también acabó dándose cuenta.

- ¿Y qué le dijo?
- Nada, se calló. Pero al día siguiente, mientras yo bebía otra vez del jarro sin yo saber que el ciego sabía nada, en un momento dejó caer el jarro con sus dos manos en mi cara. Perdí el conocimiento, y los trozos del jarro se me incrustaron en la cara, y perdí todos los dientes, sin los cuales hasta hoy día me quedé.

- ¿Y qué pasó al final?
- Me lavó con vino las heridas y dijo una frase que jamás olvidaré: "¿Qué te parece, Lázaro, lo que te enfermó te cura y da salud?"

Autora: María José Guillén. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

CARMEN GUERRERO REY

Abrí los ojos y miré a mi alrededor, aquel lugar me transmitía pureza y felicidad. No sabía dónde estaba. Todo era blanco y reluciente, era como si estuviera en una nube. Antes de que pudiera ir a investigar dónde estaba, apareció un hombre mayor con barba de entre la nada.

- Hijo, ¿qué haces aquí tan joven? -me preguntó con voz grave.
- ¿Dónde estoy? -me sentía desconcertado. No sabía cómo había parado aquí.
- En el Cielo, hijo. Cuéntame, ¿qué ha pasado?

Y de repente, caí en la cuenta, estaba aquí por culpa del ciego, me había partido la cara y quebrado los dientes. ¡Me había matado!

-¡Fue culpa del maldito ciego! -exclamé- ¡El me hizo esto! -dije señalando mi cara y mis dientes- ¡Es él el que debería estar aquí, no yo! ¡Él es una persona avara y violenta!
-¡Cálmate. Según tengo entendido, él lo hizo con motivos. Por lo visto llevabas robándole vino a hurtadillas.
- Aquellos dulces tragos me han salido caros....
- ¡Has robado! ¡Y a un pobre ciego! ¡Se te debería caer la cara de vergüenza!
- ¡Él apenas me da alimento! Es un mal ciego...
- ¡Excusas! -y de la nada, su cara dejó de ser agradable y se convirtió en un rostro lleno de furia- ¡Arderás en los infiernos! ¡Mal hijo de Dios!

Y todo se volvió como una espiral. Yo suplicaba que no lo hiciera, que sólo habían sido un par de veces y que no lo volvería a hacer. Estaba angustiado, sólo quería llorar. Yo no me merecía esto. ¿Acaso merecía la muerte una persona por beber vino? ¡No era justo!

Y de repente abrí los ojos, esta vez de verdad. Podía notar mi respiración fuerte, estaba aturdido. Pero, gracias a Dios, todo había sido un sueño. Toqué mi rostro, estaba herido y faltaban varios dientes, pero eso no era nada comparado con mi sueño. Me alegré tanto que me juré no volver a robarle ni una gota de vino al ciego.

Autora. Carmen Guerrero Rey. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

ALICIA HOYOS RÓDENAS

Le había dado tantas vueltas ya al jarro que encontró la fuente a través de la cual yo bebía vino, pero no dejó que fuese consciente de ese descubrimiento, sino que lo disimuló como si nada hubiera ocurrido.

Otro día, como de costumbre, me senté entre las piernas del ciego para seguir gozando de mi creativa y maravillosa idea. Mi rostro apuntaba hacia el cielo, tenía los ojos ligeramente cerrados, saboreando intensamente cada gota de vino.

Cuando el ciego vio la oportunidad de venganza, cogió el jarro con ambas manos, lo alzó y con toda su fuerza posible lo lanzó contra mi boca.

Estaba descuidado y recibí ese golpe sintiendo que el cielo y todo lo que en él se encuentra se me había derramado encima.

Había pedazos del jarro por toda mi cara, también despedazada y, para colmo, muchos de mis dientes estaban quebrados.

Apenas podía reaccionar, me sentía aturdido, condolido, plenamente confundido.

Entonces me desperté.

Me había quedado dormido bebiendo vino. En un momento dado, el ciego se dispuso a tocarme el rostro y lo notó empapado. Como sabía de mi picardía, tocó el jarro por todas partes hasta que, por primera vez, descubrió mi invento. Y entonces se cargó de rabia y enfado, y fue ahí donde me estrelló el jarro.

Y, si eso es lo que quería, he aprendido la lección: Nunca más estaré despistado si hay riesgo de que el ciego descubra alguna de mis travesuras.

Autora: Alicia Hoyos Ródenas. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

ANTONIO LÓPEZ SEVILLA

LAZARILLO EN EL DENTISTA

Lazarillo, ya de mayor, después de haberse llevado un jarronazo, le comunica al dentista que le coloque prótesis donde dientes le faltan:

-Estaba robando el vino del ciego al que cuidaba, y éste al contrario conmigo, y ese fatal día, me rompió el jarrón, junto con 7 de mis dientes y mi piel. No comí nada en absoluto durante 3 días y pasé dos de éstos en cama. ¿Podría usted colocarme prótesis donde me faltan dientes?

-No, señor -dijo el dentista. Estamos en el Renacimiento y, pues yo de dentista sólo sé arrancar muelas, y no creo que usted tenga muchas en su boca mellada.

-Pues entonces, -insistió Lazarillo con voz gruñona-, colóqueme bastamente siete chinitas de canto en los huecos donde me faltan dientes.

Entonces el dentista salió al bancal de al lado de la consulta y siete chinitas recogió e implantó en la boca de este extraño señor.

Lazarillo se fue a casa muy contento y, con su bella sonrisa, saludaba a sus conocidos del pueblo. Al llegar a su casa, fue a darle un beso a su mujer y, en la boca de ésta, aparecieron tres piedrecitas, que escupió, y pidió explicación a Lázaro.

Dos semanas después se divorciaron por este simple conflicto.

Autor: Antonio López Sevilla. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

jueves, 28 de mayo de 2020

ALBA MARTÍNEZ MARTÍNEZ

¡Hola, amig@s! ¿Cómo estáis?


Espero que mejor que yo ya que os escribo desde el hospital porque me encuentro un poco indispuesto y dolorido gracias a mi amigo el ciego. Os estaréis preguntando qué es lo que está pasando y cómo me ha pasado. Pues bien, os lo voy a contar.

Comiendo cada día como de costumbre, mi amigo el ciego me tiró un jarro a la cabeza y "se hizo el loco" como si nada hubiese pasado. ¡Jolines cómo duele! ¡Siempre se me salta un lágrima! Otro día siguiente, no pensando en el daño que me volvería a causar mi amigo, me senté a comer como solía. Bebiendo aquellos tragos de licor y con los ojos mirando hacia arriba por si me esperaba otro jarrazo, el ciego sintió que era la hora de vengarse y, cuando estaba descuidado, nuevamente me tiró con todas sus fuerzas otro jarrito sobre mi boca. Cuando cayó, creí que el mundo me había caído encima.

El golpe fue tan grande que el jarro se rompió en pedazos sobre mi cara dejándome sin sentido y rompiéndomela en muchas partes hasta dejarme sin dientes.

Y ese es el motivo por el que estoy aquí, convaleciente y con la cara como un mosaico. Con esto me despido porque me acaban de llamar para entrar en la consulta.

Mañana más y mejor ( si no me rompe una mano, claro).

Adiós. Lázaro.

Autora: Alba Martínez Martínez. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

MARÍA JOSÉ MORENO PERDOMO

Hablan Lázaro y su amigo Esteban, ambos ya ancianos:

-ESTEBAN: Lázaro, tengo una curiosidad, ¿por qué tienes esas marcas en la cara y no tienes dientes? Quería preguntártelo hace tiempo pero no había visto la oportunidad.

-LÁZARO: ¡Ah! ¿No te lo he contado nunca?

-ESTEBAN: No.

-LÁZARO: Pues mira, te lo cuento... (Esteban escucha atentamente) ¿Te acuerdas de aquel viejo ciego, serio y rechistón, que en paz descanse?...

-ESTEBAN: Sí, sí, aquel que decían que estaba loco.

-LÁZARO: Sí, ese mismo. Pues yo, cuando era joven pasaba casi todo el tiempo con él y, aunque me da vergüenza contarlo, estaba yo un día rezumando su jarro como solía, no pensando el daño que me estaba aparejado ni que el mal ciego me sentía, con la cara hacia el cielo, y entonces me soltó la jarra y en la cara me cayó, rompiéndose el jarro y, clavándose todos los cristales en mi rostro, me quebró los dientes sin los cuales hasta hoy en día me quedé.

-ESTEBAN: ¡Me dejas alucinado!

-LÁZARO: Me dolió como nunca nada me ha dolido.

-ESTEBAN: Me imagino, aquel ciego era un viejo gruñón. Yo no llegué nunca a hablar con él, me parecía un viejo extraño.

-LÁZARO: Sí, era un poco extraño, pero muy inteligente.

-ESTEBAN: Me imagino.

-LÁZARO: ¡Ah! ¡Se me olvidaba! ¿Qué le dijo ayer el médico a tu mujer?

-ESTEBAN: Ya te contaré, ya...

-LÁZARO: Vale, mañana me cuentas si nos vemos.

-ESTEBAN: Hasta mañana, jovencete.

-LÁZARO: Déjate de gracias...jajaja. Venga, hasta mañana

Autora: María José Moreno Perdomo. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

miércoles, 27 de mayo de 2020

MARÍA TORRECILLA JIMÉNEZ

Una tarde Lázaro y su nieta estaban tomando el fresco en una noche de verano. Su nieta, jugando con el abuelo, le hacía sonreír a él, y éste, al sonreír, dejó entrever la falta de unos dientes en su boca. La nieta, al ver a su abuelo sin los dientes, le preguntó:

-Abuelo, ¿que te pasa en la boca que te faltan unos dientes?, ¿es que tú también los estás cambiando como yo?

-No, hija, no -contestó el abuelo. Esto fue de pequeño. Es una larga historia... Mi abuelo acostumbraba a poner cerca de mí una jarra de cerveza cuando comíamos, de la que él bebía, y yo, cansado de beber leche o agua, cuando él se descuidaba, le daba pequeños sorbos. Yo creía que él no se daba cuenta, pero sí me veía. Fue pasando el tiempo y cada vez yo lo hacía más a menudo hasta que un día mi abuelo, cansado de la situación y viendo que yo estaba cogiendo una mala costumbre, en un momento en que yo aproveché para dar un sorbo a la jarra, me dio con ella en la boca fuertemente rompiéndome dos dientes.
Yo no grité ni lloré pues sabía que lo que estaba haciendo estaba mal y mi abuelo tan sólo me dijo:
-La cerveza, Lázaro, no es para los niños. Tenías que haberme preguntado "abuelito, ¿me das un sorbo?" Y yo te hubiera respondido, pero no, no me has preguntado y has estado bebiendo largo tiempo, con lo cual he tenido que darte un castigo para que recuerdes que no lo estabas haciendo bien. Perdona porque siempre esto lo vas a recordar al sonreír.

Después de terminar de contarle la historia, Lázaro le dice a su nieta:
-Si tú no quieres tampoco perder tus dientes, no hagas nada de lo que te puedas arrepentir.

Autora: María Torrecilla Jiménez. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

MARÍA MUÑOZ GARCÍA

NOTICIA


Buenos días, sentimos interrumpir la programación, pero tenemos que contarles lo que está ocurriendo aquí, en el Juzgado, donde dentro de nada se celebra el juicio para determinar si verdaderamente tiene que entrar a la cárcel el hombre que se hacía responsable de Lázaro.

Vamos a hacer un breve resumen de los hechos para esas personas que no recuerden del todo lo sucedido. Hace dos semanas, en un pueblecito, era una noche fría, y el lazarillo era un niño al cual su madre no podía darle unas buenas condiciones de vida, y decidió dárselo a este hombre ciego para que se hiciera cargo del niño y le diese una mejor condición de vida. Como una noche más, el lazarillo y el ciego estaban cenando, el niño se encontraba entre las piernas del hombre, el cual sujetaba un jarro en la mano, el jarro contenía vino. El ciego nunca le daba de beber al lazarillo y éste lo que decidió fue hacerle un agujero al jarro por la parte de abajo para que así cayera el vino y el niño, que se encontraba debajo, se lo pudiese beber. El ciego, al darse cuenta de lo que sucedía, estampó el jarro con toda su fuerza en la cara del pobre chico, hasta dejarlo sin dientes.

Estos son los hechos sucedidos por los que se va a celebrar el juicio. Varias vecinas afirman que el ciego ya ha maltratado al niño en varias ocasiones. Lázaro se ha quedado durante estas dos semanas con los Servicios Sociales... 

...Por ahí podemos ver acercarse al niño con la representante y la abogada de los Servicios Sociales. Vamos a intentar comunicarnos con ellos:
-Hola, ¿tienen algo que decir?, ¿algo que desean que ocurra?
-(Responde la abogada de los Servicios Sociales) -No, sólo queremos que se haga justicia y que ningún niño sea maltratado.
-Muchas gracias por su declaración.

Pues esto es todo lo que podemos comunicaros. Va a dar comienzo el juicio y, en cuanto finalice y sepamos lo que ocurre con el hombre y el niño, volvemos a pedir paso.

(Se vuelve a la programación durante dos horas, que es lo que duró el juicio).

Vuelvo a interrumpir la programación para comunicarles que el juicio se ha dado por terminado y la jueza ha decidido que el hombre debe pagar una fianza y permanecer en la cárcel durante cinco años, y el niño permanecerá en los Servicios Sociales hasta que encuentre una familia que lo adopte.

Esto es todo lo que podemos comunicaros. Muchas gracias por su atención.

Autora: María Muñoz García. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

SERGIO PICÓN

(En plató se graba a Mónica, la presentadora del Telediario).

-Muy buenas tardes. Hoy les abrimos el Telediario con la reciente noticia de una agresión a un menor por parte de su tutor legal. Al parecer, éste le agredió con una jarra de barro.

Vámonos ahora mismo al Hospital Comarcal del Noroeste donde se encuentra nuestra compañera Rafaela: (el cámara graba a la periodista; de fondo el cartel de Urgencias del hospital).

-Buenas tardes, Rafaela, ¿cuál es la última hora sobre el estado del menor? (conexión de plató a Urgencias).

-Pues sí, Mónica, el menor se encuentra en estado grave aunque si vida no corra peligro. Ahora mismo los médicos están tratando de evaluar los daños y las posibles secuelas que se hayan podido producir en la cara del joven de tan sólo ocho años de edad, que se encuentra en observación preventiva. En cuanto al agresor, de nacionalidad española, sólo podemos saber que ha sido detenido y puesto a disposición del juez en un gran operativo policial porque, según él, alegaba problemas de visión y gritando decía que él sólo se había vengado.

(Vuelve la imagen a plató, fin de la noticia.)

Autor: Sergio Picón. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

ANA MARTÍNEZ VALVERDE

Un día mi hermanito Lázaro, al que yo llamaba Lalo, me contó cómo perdió sus dientes y cómo se quedó tan mellado.

Me dijo que él tenía un amo que era muy exigente con él y que pasaba mucha hambre durante todo el día. Un día él empezó a beberse su vino de todas las maneras posibles. Cuando el amo descubría cuál era la manera, él buscaba otra para volver a robárselo. 

Un día el amo, ya sospechando esa tal pérdida de su valioso vino, fue a pillar a mi hermano con las manos en la masa. El ciego, cuando se dio cuenta de los tragos que Lalo le estaba pegando al vino, le estampó la jarra en la cara con todas sus fuerzas, con lo cual él se quedó inconsciente, y así fue cómo mi hermanito se quedó sin sus bonitos dientes.

Cuando me puse en el lugar de mi hermano, me dio un fuerte dolor en la cara de imaginármelo... pero la verdad es que lo merecía. Me reí mucho cuando me lo contó pero me dio mucha pena.

Autora: Ana Martínez Valverde. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

MARÍA RODRÍGUEZ GÓMEZ

Querida amada mía:

Desde hace años atrás ansiaba este momento. ¡Qué bonitos los días que paso a tu lado y qué amargos los que recuerdo...!

Tantos giros dio la vida desde aquellos agrios días, tanto aprendí sobre la vida...

Tanto me aportó el ciego como me arrebató, muestra de eso es mi sonrisa.

Te preguntarás el porqué de la tardía carta, mas solo me aporta sofoco y rubor este episodio de la puericia de mi vida.

Aquel desabrido día me senté bajo el jarro de vino que el ciego sostenía como solía. Sin sospechar el daño que de aquella acción se originaría, tomé aquellos azucarados tragos mirando hacia el cielo con los ojos totalmente entornados para saborear mejor aquel licor.

El ciego, percatado de lo que yo hacía, pensó que ése era el momento de que pagara mi descaro.

¡Qué penoso recuerdo y qué dura la vida! De tener que olvidar a mi familia a perderme en mi inexperta valentía...

Valentía que hizo que el ciego, con toda la fuerza que podía, dejara caer aquel pesado jarro sobre mis fauces, lo que hizo que el pobre y descuidado Lázaro, que de esto no se guardaba, viera caer el cielo sobre su fachada.

Fue tal el golpe que me dejó desvanecido y el jarrazo tan grande que los trozos de él clavados quedaron por toda mi cara, destrozando parte de ella. Asimismo me rompió los dientes, que perdí y nunca volví a reponer.

Y ahora que he tropezado con alguien como tú, una bella y dulce dama que se asentó a mi lado sin las marcas de mi rostro ni mis dientes ver, deseaba relatar uno de los muchos momentos que me hicieron crecer.

¡Nadie más la quiere a usted que este prudente y arrepentido hombre!

Lázaro.

Autora: María Rodríguez Gómez. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

martes, 26 de mayo de 2020

MARTA ROMERA SANTILLANA

De nuevo volvían a las andadas aquel día después de tanto experimento con mi elegante pero estropeado cuerpo.

Pero aturdido y alterado me encontraba yo ya de tanta vuelta y revuelta que estos dos seres me daban.

Otra vez, cogido fui por dos manos, y esperad que os diga que ni uno era un memo ni el otro un erudito como creía pero quien acabó, como si en una guerra de mil años hubiera estado, fue aquí el que hoy os cuenta esto desde el otro mundo; pues acabé yo descompuesto y descosido en la cara y boca del desdichado Lázaro,por tal topetazo que el sensato pero brusco hombre me cedió.

Terminé yo hecho pedazos y qué menos que el pobre chico quedase sin incisivos, colmillos, premolares y molares, pues yo no tenía por qué pagar por su poco saber de que un ciego ni ciego ni tonto es.

Autora: Marta Romera Santillana. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

JAIME ROMERO PÉREZ

DIARIO ESPACIAL

2O, febrero de 2099.

En bendita hora marcó el analógico la hora de marchar de viaje con semejante compañía.

De cincuenta naves biplaza, sólo a mí me podía tocar un ciego insoportable e irracional.

En los ya treinta días que llevamos surcando el cosmos, todavía no he llegado a comprender el afán del ciego por visitar Júpiter, ¡si no puede ver!, como mucho alcanzará a oler algunos restos de mercurio procesado, ¡una pena...!

El viejo avaro quiso ayer por la noche dejarme sin oxígeno alegando problemas respiratorios propios de su vejez.

Consiguió arrebatarme la bombona de emergencia y, cada dos por tres, abrir la válvula par que el oxígeno inunde mis pulmones.

Harto de aguantar, en el momento en que cayó dormido tras haber vomitado la comida en polvo, logré realizar un orificio en la bombona y conectar con mi máscara.

Al despertarse, me preguntó si le estaba robando el oxígeno; respondí que no, e inmediatamente me estampó la cara contra el mando de control, quedando dos o tres botones eléctricos incrustados en mi cara.

No me atreví a hablarle en todo lo que restaba de día.

Del golpe recuerdo poco pese a haber sido no hace más de 24 horas, pero del ciego sí recuerdo su frase:
-¿Qué te parece, Lázaro? Lo que te da vida te dio un mal rato, ¿verdad? Quizás no tenga ojos, pero ya quisieran esos robots tener la precisión de mi oído e intuición.

Autor: JAIME ROMERO PÉREZ. 1º Bachillerato. Curso 2014-14.

DIMAS SÁNCHEZ GÁZQUEZ

Pasa una chica rubia, esbelta, de piel morena, y andares despampanantes, por debajo de una obra, cuando un peón de albañil, que se halla en el almuerzo con cerveza y bocadillo en mano, le silba y le dice que permanezca atenta ya que le va a contar una buena historia.

En principio, ella hace oídos sordos pero, aun así, el albañil empieza a contarle. A ella le parece interesante, por lo que se da media vuelta y se para debajo de la obra a escuchar:
-¿Pues tú te crees, rubia, lo que ha hecho el Lazarillo?
-¡Sorpréndeme!
-Pues el muy cabrón, que ha estado engañando al ciego haciéndole creer que el vino estaba desapareciendo de la jarra, se acurrucaba entre sus piernas diciendo que tenía frío mientras se bebía él el vino por un agujero que le había hecho a la jarra. ¡Ay, quién pudiera acurrucarse entre tus piernas, rubia!
-Déjate de tonterías y dime cómo acaba,¡listillo!
-Bueno, pues que al final el ciego se entera y le da con la jarra en la cara y le rompe los dientes. ¿Qué te parece?
-Pues que a más de uno le vendría bien que le dieran con una jarra en los dientes. Bueno, me voy ya, que te aproveche el almuerzo y gracias por la historia.
-Si quieres compartimos el almuerzo, ¡hasta otra, rubia!

Autor: Dimas Sánchez Gázquez. 1º Bachillerato. Curso 2014-15

ALEJANDRO YÉPEZ PAREDES

Alejandro Yépez Paredes. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

lunes, 25 de mayo de 2020

PILAR GALLEGO GONZÁLEZ

Son las 6 de la tarde, no se me ocurre nada. Llevo horas aquí metido, en mi despacho, no encuentro nada que escribir. Estoy desesperado, las musas hoy se ha tomado el día libre. Me levanto de la silla y salgo de la habitación. Cojo un cigarrillo, lo enciendo y me apoyo en la ventana que da al patio de luces. Como siempre a estas horas de la tarde, mis vecinas Conchi y Berta, realizan su tertulia diaria. No me agradaría que me vieran ya que son muy cotillas, pero no pienso volver a ese despacho infernal, así que me quedo y pongo atención a lo que dicen.

-Oye, Berta, ¿cómo anda tu marido?

-¡Ay, madre mía, Conchi, no sabes lo que le pasó el otro día!

-Cuenta, cuenta.

-Tú ya sabes que mi padre es ciego y lo que le gusta el vino a mi marido. Pues resulta que ahora a mi padre le ha dado por tomarse el vino durante la comida en un jarro en vez de en un vaso como de costumbre y, claro, el jarro abarca más y no le deja vino a mi Antonio. Pues bien, Antonio pensó en hacerle un agujero al jarro por debajo para así, cuando mi padre fuera a echarse el vino, poner un vaso y que le cayera a él. Claro, mi padre se ponía hecho una furia cada vez que notaba que no había vino y, como no de daba cuenta del agujero, pues mi marido se lo tomaba todo. Y así pasaban los días, vino que se echaba en el jarro, vino que desaparecía. Hasta que un día mi padre notó el agujero y descubrió lo que estaba pasando, pero no dijo nada, él prefirió callarse y, al día siguiente, vengarse. Total, que al día siguiente fue mi marido a poner el vaso debajo y, en vez de vino, lo que se llevó fue un jarrazo en la cara por parte de mi padre. Fuimos corriendo a emergencias y ahora está sin tres dientes, con una venda en la cara, y sin vino.

-¡Virgen Santa! ¿Y tú supiste eso desde el principio?

-No, yo no, a mí me lo contó mi marido de camino a emergencias.

-¿Y por qué no se echaba el vino antes que tu padre en el vaso? Digo yo que hubiera sido más lógico eso que tanto paripé.

-¡Ay, Conchi! si ya lo sé, pero es que mi Antonio es así de lerdo. Si es que me tenía que haber casado con Juanito el de los mármoles.

Cuando mi vecina Berta termina de contar su relato, dejo de prestar atención. Miro hacia el cielo y pienso en Antonio, el padre, el jarro y el vino. ¡Eso es! Una idea pasa por mi mente. Entro corriendo en mi despacho, me siento frente al ordenador y comienzo a teclear.

EL JARRAZO DE VINO
Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino cuando comíamos, y yo muy presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar. Mas duróme poco. Que en los tragos conocía...

Autora: Pilar Gallego González. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

EVA MARÍA GÓMEZ LÓPEZ

Juez: Se presenta en la sala Lázaro de Tormes, y el acusado, su amo.
Bien, hoy nos hemos reunido para tomar una decisión sobre el accidente ocurrido la pasada noche en la casa del amo.
Así pues, Lázaro, suba al estrado y declare.

Lázaro: (Lázaro sube al estrado y comienza a declarar como puede, ya que le faltan la mitad de los dientes). (Nervioso).
Pues bien, señoría , yo me encontraba sentado en el suelo la pasada noche tras un duro día de trabajo, cuando me llevé aquel terrible jarrazo. Sí es cierto que había bebido antes sin que el amo se diese cuenta, pero porque estaba sediento, ya que él no me alimenta ni me da el agua que necesito y, por supuesto, creo que ese jarrazo en toda la cara, que ha dado lugar a quedarme sin dientes, no era necesario. Por ello, pido que se me indemnice y que me pague el arreglo de toda mi boca.

Juez: Gracias, Lázaro. A continuación, pido que el amo suba a realizar su defensa.

Amo: (El amo sube al estrado nervioso y temblando).
Ante todo pedir perdón por este desafortunado accidente, ya que no era mi intención causar tales daños a mi fiel amigo y compañero Lázaro.
Cuando estaba sentado y vi que el jarro estaba cada vez más vacío, sabía que estaba siendo él el que se estaba bebiendo el vino. No voy a mentirle a usted, señoría, fue más que intencionado este golpe, pero se lo he dado por su bien, para que aprenda que es más fácil pedir las cosas que robarlas y, en el caso de robarlas, las consecuencias que pueden llegar a tener. Nada más que decir.

Juez: Pues bien, señores, ante estas declaraciones que hemos tenido por ambas partes, mi veredicto es el siguiente:
·Usted, amo, tendrá que pagarle el arreglo de los dientes a Lázaro y darle 1.500 euros.
·Mientras que usted, Lázaro, queda imputado por robo y tendrá que estar haciendo trabajos sociales durante dos meses.
Se levanta la sesión.


Autora: Eva María Gómez López.1º Bachillerato. Curso 2014-15.

MÍRIAM FERNÁNDEZ LÓPEZ

Me sentía como en el Cielo, tumbado debajo de aquella mesa junto al brasero, tomando aquellos dulces tragos, con los ojos un poco cerrados para degustar mejor ese sabroso licor. De repente despierto de ese maravilloso sueño, son las 7 de la mañana y tengo que ir a trabajar. 

Creo que estoy obsesionado por poder probar un poco de ese delicioso vino, pero sé que el ciego jamás me lo permitiría. Entonces recuerdo la genialidad de mi sueño, y dudo entre ponerlo en práctica o no, pero tener esa deliciosa jarra de vino delante de mí hace que caiga en la tentación. Entonces hago exactamente lo mismo que en mi sueño, un pequeño agujero en el culo de la jarra, y coloco delicadamente un poco de cera para taparlo, así, con la excusa del frío, podría beber todo el vino que quisiese. 

Tantas vueltas y tientos dio el ciego al jarro que halló la fuente y cayó en la burla, y aun así lo disimuló a la perfección, sin yo saber el daño que me estaba aparejado. Entonces yo, mirando al cielo, y recibiendo esos dulces tragos, el ciego sintió que era la hora de su venganza, y con toda su fuerza, alzando con dos manos aquel dulce y amargo jarro, lo dejó caer sobre mi boca con todo su poder, de manera que yo, sin esperar nada de este gesto, me pareció que el cielo me había caído encima. Fue tal el golpecillo, que me dejó sin sentido, y el jarrazo tan grande que los pedazos de él se me metieron por la cara, rompiéndomela por muchas partes y quebrándome así los dientes.

Suena el despertador. ¡Gracias a Dios ha conseguido sacarme de esa horrible pesadilla! Un sueño dentro de otro sueño es lo que me hacía falta para nunca más estar tentado a probar ese vino, ya que el cielo se me caería encima.

Autora: Míriam Fernández López. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

YOLANDA COBOS MELGARES

MURCIAN-ENGLISH

The ciego comenzó a palpar the jarro hasta que encontró el bujero, aunque disimuló como si no se hubiese enterao. The next day, estando yo disfrutando del vino que caía por the bujero of the jarro, sin pensar in the daño que me estaba preparao ni que the mal ciego me sentía, me senté como solía. Estando recibiendo aquellos sweets tragos, mi face puesta hacia er cielo, un poco cerraos los eyes por mejor gustar the sabroso licor, sintió the desesperao ciego que now tenía time de tomar venganza in mí, and con toa su fuerza alzando con two hands aquel sweet and amargo jarro le dejó caer sobre mi mouth, ayudándose, como digo, con to' su poder, de manera que the pobre Lázaro, que de na' de esto se guardaba, sino que, como otras veces, estaba descuidao y gozoso, verdaderamente me pareció que er cielo, con every lo que hay en él, m' había caío encima.

Fue tal el golpecillo que perdí er sentío and the jarro tan big que los peazos del me se metieron por la face, rompiéndomela por muchas partes, and me rompió la dentadura, sin la cual hasta today in day me quedé. Desde aquella hora quise mal al mal ciego; and aunque me quería and me curaba bien, bien vi que se había divertío con el cruel castigo. Me lavaba las heridas que me había hecho con los peazos del jarro and happy decía:
-¿Qué te paece, Lázaro? Lo que te enfermó te sana and te da salu'.

And otras gracias que a mi gusto no lo eran.

Autora: Yolanda Cobos Melgares. 1º Bachillerato. Curso 2014-2015.

MARÍA CORBALÁN CÁNOVAS

Una buena mañana, Lazarillo se dirigío al dentista para la revisión de todos los años.

-Hola, vengo a la revisión.

A lo que le contestó el médico:
-Sí, te estaba esperando, pasa y siéntate.

Cuando Lazarillo abrió la boca y el doctor lo vio, se quedó algo sorprendido al ver que no tenía casi dientes.
-Pero, Lazarillo, ¿qué te ha pasado?
-Pues, mire, se va a reír pero una mañana, engañando a un ciego para poder robarle el vino, puse mi cara debajo del jarro de cristal, para absorber el vino por un agujero que le hice. Y el ciego, que sabía que estaba debajo, con toda su fuerza me dio con el jarro de vino en la cabeza dejándome inconsciente y sin dientes.
-¡Qué barbaridad! ¡Menudo golpe te llevaste! Los dientes sí te los puedo arreglar pero te va a costar mucho dinero.

Lazarillo, que no tenía dinero, llamó al ciego para pedírselo, a lo que el ciego se negó porque dijo que le estaba merecido quedarse sin dientes por intentar engañar a un viejo. 

Finalmente se fue sin dientes.

Autora: María Corbalán Cánovas. 1º Bachillerato. Curso 2014-15.

DENISE CHÁVEZ

RECORDANDO VIEJOS TIEMPOS

Un día inesperado después de un largo año, se encontraron el Amo y el Lazarillo. Entonces el Amo lo invitó a comer.

En la mesa puso una copa de vino el camarero. Entonces el Amo le dijo a Lázaro:
-¿Te acuerdas de los viejos tiempos?

Y Lázaro le respondió:
-Sí, cuando solías poner un jarrillo de vino cuando comíamos; y yo, muy rápidamente, daba un par de sorbos y lo ponía en su sitio sin que te dieses cuenta; pero poco me duró, Amo, ya que tú conocías los tragos del vino tan sólo cogiendo el jarro.
Como yo moría por un sorbo de vino, hice en el suelo del jarro un agujero sutil y lo tapé con una delgada tortilla de cera.

Mientras servían el segundo plato, Lazarillo recordaba cómo fingía tener frío para meterse entre las piernas de su Amo, y así poder beber el vino cuando la lumbre derretía la cera. Cuando el Amo quería beber, ya no había nada. 
Y el Amo respondió:
-Cuando yo iba a beber no hallaba nada. Hasta que hallé la fuente y me di cuenta de la burla, pero luego me pude vengar bien de ti. Cuando, al siguiente día, solías meterte para tomar el licor dulce, te solté el jarro y cayó sobre tu cara.

-Sí, Amo -respondió Lázarillo. Sentí que el cielo se me caía encima, cortándome la cara los pedazos, y a la vez quebrándome los dientes, que hasta el día de hoy me quedé sin ellos.
Sí, Amo, ¡qué tiempos aquellos! Podríamos quedar para tomarnos una copa de vino y seguir recordando aquellos tiempos.

Autora: Denise Chávez. 1º Bachillerato. 2014-15.

GABRIEL CANTÓ MARTÍNEZ

ADVERTENCIA: Les advertimos que el contenido de esta obra puede herir seriamente la sensibilidad del lector y no es recomendable para ningún tipo de público, o sea, para nadie. También está escrita pésimamente y esto les puede conducir a volver a aprender mal las palabras que ya conocen bien, y lo más importante de todo es que es una pérdida de tiempo total.Y en resumen: ¡HAY QUE MOJARSE EL CULO!
UNA AZAÑA, O MEJOR DICHO UNA KABRONÁ 
DEL LAZARILLO KONTÁ POR EL MAKINAVAJA

MAKI: ¡Popi!

POPI: ¡Kién e, se pué sabé kién ezta ái?

MAKI: Sssoy el Maki.

POPI: ¿El Maki?, pero si el Maki está muerto, ¡coño!

MAKI: Ya, pero esske tesstoy ablando dessdel pursgatorio.

POPI: ¿I ké cojone kiere, Maki?

MAKI: Na, ke menkontré un sagal que sabía muerto dambre, i laosstia kistoria me kontó.

POPI: ¿Ke istoria?, a ver, kuéntamela, joder.

MAKI: Pos mira, disze kenkontró a un siego kabronaszo ke le asía kada kosa kera laosstia i disze kun día se gobernó una jasrra de vino, i el mu takaño del siego sse la kería soplar él ssolo, pero el mu kabronsillio del lasarillo kuando el siego estaba dusmiendo, kon lo ojoss serrao, kosjió la jasrra y el mu isjoputa le pegó do trago kel vino vasjó dies sentímetros, porke algo tenía ke tragar el pobre desgrassiao. Pero la kosa no fue tan senssilla, porkel mu endemoniao del siego notó enseguía ke abía gato ensserrao, y komo de tonto el tío no tenía na, pos cosjío la jasrra y la abraszó mientra dormía. Pero el sagal, ¡mecagüenmimadre!, ke no era tonto tampoko, pero era un schorisso de muscho cuidao, ssakó una caña de Dios ssabe ande y enpessó a bebérsselo adistanssia, i el siego ke estaba jilipoyias, dormía komo un ijoputa, mientra el otro kabrón sse likidaba el vino, ¡¡Popi, ke testás durmiendo, mecagüenlaosstia, ke no te kuento na!! ¡¡¡joder!!!

POPI: No, sigue joder, keske kon la sé ke tengo y pensar en el vino, man dao gana de dormir, pero sigue, por tu madre, sigue...

MAKI: Bueno. po a lo kívamos, deszía kel vino dessaparessió otra ves i el siego ssenteró otra ves.

POPI: Po klaro, koño, komo deve ser, siel invézil se veve tanto vino, ¿kómo no lo va piyar? si es ke ai ke pensá, ezta juventuz no ssabe na, si ezke chorisos komo nosotro n avundan i...

MAKI: ¡¡¡Ke te kayes ya, osstia, y te vaya a la mieeerda!!! ¿kieres ke te lo kuente o me voi i ke te den por ssako?

POPI: Perdona, Maki, ya no te molezto má.

MAKI: Pue esso, joder, el sagal, -¡no koño, el siego!- notó otra vez ke faltava vino, i ara abrassó la jasrra, tapando el asgujero kon latra mano, kes lo ke tenía kaber echo dessde el prinssipio, ¡ssi es ke estos serebros...! Bueno, po entonses el sagal siguió tokándole lo cojone al siego i sinventrota schapussa, na ma ni meno ke le isso un vujerillo al jasrrillo.

POPI: ¡Jo, po noera kabrón ni na el sagal! ¿Po yo me creía ke los lasariyos ayudaban a lo ziegos!

MAKI: ¡Pero no te discho ke no minterrumpas!, a ver, entonsse le pusso el taponsiyio de sera,pa ke no se dessangrara la jasrra, i kuando el siego se ssentó a la lumbre, kon la jasrra abrassá, pa escharse un sueñessito, el mu kuentista del sagal disjo ke tenía frío i ke ssi podía dormir entre ssus pierna...

POPI: ¡No, si al final el sagal será marika i to!

MAKI: ¡Mía lo ke te digo! y ¡mía lo ke te digo!, no te mato porque esstoi muerto, y aver ssi ressistes sin desir na en lo poko ya ke nos queda. Bien, entonsses el Lásaro le preguntó si...

POPI: Oye Maki, ke eso ya lo as dicho.

MAKI: ¡Ah, ssi e verdá, ssi esque me vass a volver loko kon tanta interrupsión!, a ver, entonsses el siego dijo "bueno, pos fale", i kon el kalorssito de la lumbre la ssera sse derritió, i el vino sse derramó, i el pekeñajo de mierda sse lo vevió, pero akí ya, sse deskubrió to el pastel, assi kel mu ranssio del siego, tarao y pirao, vio ke faltasba vino otra ves, i pa kolmo de tos los males vio el puto vujero pos sse dijo: "esto a sío el mayor ijoputa de tos los ijosdeputa, o sea el kabrón de Lásaro. Luego disjo: "komo Dios ke esta istoria no va a tener una mierda de final, así ke desspués de darle muschass vueltas a ssu cabessa agüevada, dessidió hasser lo más diabólico ke alguie pue asser, porke lo del vino le fasstidiava, pero le tokó los güevos ke le uviessen escho un asgujero a la jasrra ke le virló al kura kuando iso la primera komunión.
I assí ke el kabrito esstaba tragando, kon los ojoss sserraos, y kon una kara de jilipoyas ke na máss de imaginármela me dan ganass desstar en el lugar del siego, bueno, pos entonzess el siego, ke fingía no ver lo ke estava assiendo nuesstro amigo, el marikonasso kogió fuerte la jasrra, sse levantó, i kon una kara de mala foyia, y dissiendo: "¡¡a la mierda!!", lo estreyió con una fuerssa, ke aunke tos los chinos uvieran saltao a la ves, las gayinas quesstaban en essa missma avitación uviessen oído el ostiasso ke le metió, de toas formass. Y no te digo ná de la panssá de yiorar ke se metió el pobre ssiego kuando ssencontró toss los dientes del asskerosso lassarillio clavaos en ssu presciosso y úniko jarrón.

POPI:¡Vaya, azí que le zalió el tiro por la kulata al povre ssiego, i buena panzá de reír se pegaría el kabrón de Lásaro!

MAKI: ¡Jo, no te lo puedes nimajinar! Bueno, Popi, voi a darme una vuelta por akí a ver si enkuentro al Ssinatra.

THE END... ¡Kalla, inglés de mierda! ¡Ai ke poner "FIN"!

Autor: Gabriel Cantó Martínez. 2º Bachillerato. Curso 1995-96