martes, 30 de junio de 2020

LIDIA LÓPEZ FERNÁNDEZ

Autora: Lidia López Fernández. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JUANA MARÍA LÓPEZ FERNÁNDEZ

DIÁLOGO CON EL SEÑOR 

-Hola, Señor, ¿cómo te va por el Reino de los Cielos?, supongo que mejor que a mí. Creo que no te has enterado de lo que me ha pasado, si no, me hubieras ayudado, pero lo comprendo, tú siempre estás tan ocupado… 

¿Te acuerdas que te comenté la otra noche que había encontrado la solución para poder beber de ese jarro de vino? Pues bien, todo se ha ido a freír espárragos, el ciego no sé cómo lo hace, pero lo descubre todo: Primero, cuando bebía algún trago que otro, él se daba cuenta y siempre tenía el jarro en sus manos para que no pudiera beber; después lo intenté con una paja y así pude beber durante un tiempo, pero el maldito viejo, ¡caramba!, perdón, retiro lo de maldito, se enteró y tapaba la boca del jarro, y tuve que volver a idear algo. 

Le di mil vueltas a la cabezota hasta que se me ocurrió una gran idea. Le hice un agujerito al jarro y lo tapé con cera; como el ciego siempre se ponía al lado de la lumbre, yo me ponía entre sus piernas fingiendo tener frío, la cera del agujerito, con el calor, se derretía, y pude beber del jarro sin que el ciego se diera cuenta. 

Pero él le dio tantas vueltas al jarro para descubrir lo que pasaba, que al final se enteró, pero el muy canalla lo disimuló haciendo ver que no sabía nada y, cuando estaba yo saboreando aquel vino, ¡plaf!, ¿a que no sabes lo que pasó? Estrelló con todas sus fuerzas el jarro en mi cara, ¡qué animal! y me dejó con la cara rota en mil pedazos y sin la mitad de mis blancos dientes. 

Bueno, y esto es todo, supongo que me dirás, como todas las noches, que tenga paciencia y que algún día me darás una recompensa. Yo sólo te pido una cosa, que los demás niños que son igual de pobres que yo no lo pasen tan mal como un servidor. 

Buenas noches, Señor.

Autora: Juana María López Fernández. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

lunes, 29 de junio de 2020

MARÍA JOSÉ MARTÍNEZ ONDOÑO

SICOSIS II 


Esa noche llovía como nunca lo había hecho, no cesaban los truenos y relámpagos en aquella habitación tan sombría, oscura y tenebrosa del gran caserón abandonado. 

Yo estaba sentado en un rincón de la fría habitación, rodeado de pegajosas telarañas, sobre el sucio suelo. 

El viejo, con su fea cara llena de arrugas y deformada, se paseaba por toda la habitación. 

Yo ignoraba por completo lo que el viejo planeaba, su retorcida cabeza hacía planes. 

Después de estar días sin comer, yo no sabía qué hacer para conseguir algo de comida o vino, muerto de sed, sin poder pedir al viejo qué beber, cuando se descuidó en aquella fría habitación, hice un agujero en el fondo del jarro y lo tapé con cera, esperando que no se diera cuenta como, para mí desgracia, siempre lo hacía. 

Durante unos días pude beber vino astutamente, pero el viejo se dio cuenta de la burla, manteniéndolo en silencio. 

-(El viejo prepara su venganza.) 

Un día en que la casa estaba tan fría que se helaban hasta los pensamientos, al lado de la lumbre el viejo empieza a comer lo poco que tenía. 

-(Lázaro se coloca entre las piernas del viejo con una sonrisa silenciosa y pícara). 

Cuando levanta el jarro para beber, Lázaro se prepara para probar de nuevo el estupendo manjar. 

En ese momento la oscura habitación se queda en silencio, sólo se oye el susurro del aire. 

El vino comenzó a correr y yo no había terminado de abrir la boca cuando… el maldito viejo levantó sus largos brazos con toda la furia que en él había y rompió el jarro sobre mi cara, quedándose todos los trozos incrustados en ella, no dejándome sano ni un milímetro de piel, ni un solo diente.

Autor: María José Martínez Ondoño. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

MIGUEL ÁNGEL MARTÍNEZ CIFUENTES

THE ENGLISH IN THE LAZARILLO STORY

Estaba one ciego in the mountain when in the moment se enteró del engaño. The jarreison have a one hole in the base. The puting ciego star to oculteison the Lazarillo trama.

The next dog the Lazarillo start to drink the vino other time, sin saber augthing about to it's will be happend.

The Lazarilleison enjoy como one cosaco whit the vino. When in the moment ¡ploff! the puting ciego estamping the jarro in the center of his face, And soy the Lazarilleison ¡ostias! What's happend? this is a trama, and the jarro broke his face in mil parts whit the amargeison wine inside. Later the puting ciego repair my face whit the alcoholic and dulcing vino.

Lazarillo → español.
Lazarillo → inglés.
Lazarillo → mezcla de los anteriores (inventado).

Autor: Miguel Ángel Martínez Cifuentes. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

CATALINA MARÍN GIMÉNEZ

Señor Cojonciano de Valentín. 
Travesía larga. Sin número. 
Villa de Valentín. 


Estimado señor: 

Le envío esta solicitud debido a que el jarro mandado anteriormente por su empresa hace ya casi dos años ha devenido inservible a causa de que un día estaba yo bebiendo un riquísimo vino que caía por un agujerillo hecho en el jarro, agujerillo que yo hice debido a que el ciego no me dejaba probar el buen vino. 

Al darse cuenta de que empezaba a faltar vino, lo encontró y, estando yo entre sus piernas bebiendo el delicioso néctar que caía, el ciego izó el jarro y lo estrelló contra mi cara, que ahora destrozada no se la reconoce, y mi amo me manda escribirle a usted para que me mande otro jarro, (a poder ser por SEUR). 

Y sin otro particular, aprovecho la ocasión para saludarle. 

                Atentamente: 
                El Lazarillo de Tormes.

Autora: Catalina Marín Giménez.2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

sábado, 27 de junio de 2020

SONIA LAPAZ ROBLES

¡Querido amigo! 

¡Cuánto tiempo sin verte! Espero que estés bien, yo estoy regular. Desde que mi madre me dejó, vivo muy mal con este ciego que no me deja vivir. Ahora estoy algo enfermo, tengo depresiones, anemia, etc. y todo esto por culpa del ciego imbécil. 

¡Si supieras lo que lo que me da de comer! Creo yo que ni los negros más pobres de África se alimentarían menos que yo. 

Tengo muchas ganas de verte para contarnos cosas y poder darnos el placer de comernos un banquetazo. Hablando de contarnos cosas, ¿sabes lo que me pasó con el ciego el otro día? Pues, como él no me deja comer ni beber vino, pues se me ocurrió algo, con una pajita ir bebiendo hasta que él no se diera cuenta, (porque, aunque sea ciego no es nada tonto) pero un día se dio cuenta y tuve que inventar algo nuevo; y se me ocurrió hacer un agujero al jarro y el agujero lo pegué con un poquito de cera y, cuando nos poníamos al lado del fuego, la cera se derretía y el vino caía en mi boca. 

Con ese fresco de sentir el vino fresquísimo sobre mi boca, en el momento más tranquilo de mi vida, el maldito ciego me tiró el recio jarro de porcelana o barro china/o. 

Yo, en ese momento, no sentí nada pues quedéme inconsciente en el suelo, con mis dientes por el suelo esturreados. 

Cuando desperté y vi que no tenía dientes, y que me tendría que poner dentadura como mi abuelo, me estuve cagando en el ciego y en toda su familia junta. 

Ya que no tengo dirección para que me escribas, yo te escribiré en cuanto tenga dos medias blancas. 

Buen amigo mío, hasta pronto, y recuerdos para todos. 

Firmado: Lázaro de Tormes

P.D. Esta carta la tendré guardada para cuando te conozca y, si me muero antes y alguien se la encuentra, que piense que él es mi amigo de toda la vida.

Autora: Sonia Lapaz Robles. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

viernes, 26 de junio de 2020

JACINTO JIMÉNEZ MARÍN

LA MALA LECHE DEL CIEGO Y EL DULCE VINO DEL JARRO 

Tantas veces miró el ciego al jarro con sus manos que halló la fuente y se llenó de venganza, pero lo disimuló. Después de comer, esperaba mi recompensa, sin saber lo que me esperaba. Yo me metí entre sus piernas como solía, y empezó a caer el vino del cielo, por cierto para donde estaba mirando con la boca abierta y los ojos entrecerrados para saborear mejor el licor. 

El ciego, cuando me notó tragando, saliendo a flote su mala leche, sintió que era el momento de estamparme aquel jarro del diablo en la olla dónde se estaban cociendo un montón de putadas dirigidas al marrano de mi amo; entonces fue cuando el ciego dejó caer suavemente el jarro sobre mis dientes llenos de sarro y negros de tanto fumar con mis amigos, de los cuales no volví a saber. 

Yo me cagué en sus muertos y hasta en la Vía Láctea, y me acordé de los anuncios de leche ya que el dolor que me causó se podría comparar al que haría una vaca en un tejado. Todos los trozos del jarro se me quedaron clavados en mi cara llena de roña y de acné y, desde aquel momento quise mal al ciego.

Autor: Jacinto Jiménez Marín. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FERNÁNDEZ

DIARIO DE UNA GUERRA SEGÚN SAN RAMBITO. 14.15.86 

El coronel Truman, tras revisar 18596 veces su cantimplora, halló en ella el agujero hecho por mí y disimulado con un poco de cera, ¡Dios mío, cera de mis oídos! 

Yo no me percaté de esto puesto que estaba entretenido con mi cucurrucu realizando el acto sexual, ¡Dios mío, sexual! ¡No sentía las piernas, Dios mío, las piernas! 

El coronel decidió vengarse y esperó a la noche. Yo, ingenuo de mí, me decidí a beber, como otras tantas noches, de su cantimplora; me incrusté entre sus piernas y en ese momento comenzó a manar por el agujero un chorrito directo hacia mi boca. Yo abrí bien ésta enseñando mis feos dientes llenos de caries y sucios por el Fortuna y el Saimaza. Mis ojos llenos de mierda, ¡Dios mío, mierda!, y empedrados de lagañas, se entrecerraron para mejor degustar el manjar. 

Este momento de despiste fue utilizado por el coronel Truman para llevar a cabo su plan, levantó la cantimplora con sus dos brazos y la dejó caer sobre mi cara destrozándola por completo, me dejó sin mis dientes profident. Yo perdí el conocimiento y soñé que me casaba y tenía un hijo llamado Rambito, ¡Dios mío, Rambito! ¡Aquello era un infierno, Dios mío, un infierno! 

Tras despertar, pensé que era preferible tener la cara como un mosaico, antes que casarme y tener un hijo. 

Y decidí vivir día a día, ¡Dios mío, día a día! 

Vietnam, 16 de febrero 2183.

Autor: Miguel Ángel López Fernández. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

jueves, 25 de junio de 2020

MARÍA ENCARNA JIMÉNEZ LÓPEZ

POEMA DE LÁZARO DE TORMES A SU MADRE 


Como bien tú sabes, 
vivo con un señor 
privado del don de ver. 
Pues bien, te voy a narrar 
lo que el otro día nos aconteció, 
mas sólo te pido 
que me intentes comprender. 

Estando sentados delante del fuego, 
yo entre sus piernas, como solía hacer, 
noté como el suave y dulce vino 
empezaba a deslizarse y susurrábame al oído: 
-“¡Bebed, bebed, y bebed!” 

Tanto insistió el dulce licor 
que me lo bebí todo
claro está, mi astuto compañero, 
lo notó. 

Tomó el usado jarro 
y mil vueltas y le dio; 
y, al parecer, la fuente 
que calmaba mi sed halló, 
más así él lo disimuló. 

Al siguiente día, 
senteme yo como solía, 
pues no me podía imaginar 
lo que de hecho me iba a pasar. 
Cuando abrí mi pobre tonel 
para que los tragos de su dulce licor 
entraran y se almacenaran en él, 
mis ojos entrecerrados estaban, 
ni siquiera sé por qué, 
supongo que sería 
para saborear mejor la dulce miel. 

Pero entonces el Dios de la avaricia 
tomó su usado jarro 
y, elevándolo a lo alto, 
con toda su malicia, 
rompiólo en mi faz. 
Yo, que gozoso y despistado estaba, 
mas no sabía lo que iba a pasar. 

Hizoseme mi cara trizas 
y tan sólo yo pensaba 
que el cielo y sus estrellas 
en mi faz se estampaban. 

Fue tan el golpe que me dio 
y tan sólo hoy se puede ver 
cuando abro mi boca, 
un amargo vacío 
del mismo sabor que la hiel. 

                                   Lázaro

Autora: María Encarna Jiménez López. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JOSÉ RAMÓN GARCÍA BOSQUE

EL TABLACHO DESCAPITADOR 

En estos periodos de sequía, bien se disputa el agua de riego, y más si se trata de mitigar un poco la sed de las huertas andaluzas. 

En mi posesión tenía una de estas huertas, junto a otra de mayores dimensiones. Las dos disfrutaban conjuntamente del agua que les proporcionaba la misma acequia, por la cual el usufructuario vecino y yo teníamos grandes disputas, que hasta lograron llevarnos ante los jueces. 

Finalmente, se solucionó el problema de una manera muy poco justa a mi parecer, pues la proporción entre horas de agua y terreno a regar, le favorecía mayormente a mi enemigo. Claro está que no iba a quedarme de brazos cruzados viendo cómo rezumaba la acequia hacia la huerta del susodicho, y en cuanto la sazón me lo permitía, levantaba el tablacho de forma que el agua también fluyera hacia mis pertenencias, y luego la volvía a bajar para que el delito no se revelara. Cuando al día siguiente llegaba el vecino, la intriga le preguntaba la causa de la humedad de mi tierra y la sequedad de la suya, hasta que un día la encontró tras un descuido mío. De primeras se hizo el ignorante, más luego vio la forma de vengarse. Atrancó el tablacho y se escondió tras unas matas que había junto a él, de tan buena fortuna para éste que consiguió que me metiera en la acequia para desatrancarlo, y, cuando me tuvo bajo él, lo dejó caer a modo de guillotina, provocándome profundos cortes en brazos y cabeza, de los cuales manaba tal cantidad de sangre que el reguero más parecía de vino que de agua. 

Mal recuerdo tengo hoy de esta maldita hazaña pues más remiendos tienen mis brazos y cabeza que el calcetín de un vagabundo.

Autor: José Ramón García Bosque. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JOSÉ FERNANDO GARCÍA JÓDAR

QUERIDOS REYES MAGOS: 

Este año me gustaría que me regalaseis algo para poder deshacerme de este viejo ciego que sólo piensa en darme disgustos bien sea no dándome de comer o de beber. 

Hace unos días me pegó un jarrazo que me sacó de sentido y todo fue porque le robaba un poco de vino con un agujerito que le hice en el culo de la jarra y, para que no se diera cuenta, lo tapé con un poco de incienso que se derretía con el calor de la lumbre que había en el fondo de aquella habitación. El viejo se dio cuenta de aquel agujerito y se hizo el disimulado; y cuando yo más descuidado estaba, ¡zas!, sólo me recuerdo de un golpe. 

Si puede ser, mandadme una cara nueva, que la que tengo la tengo hecha polvo y, si puede ser, a mi madre, para que me pueda ir con ella y no sufrir más malos tratos. 

P.D. El agua para los camellos la tenéis ya puesta.

Autor: José Fernando García Jódar. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

miércoles, 24 de junio de 2020

SERGIO FLORES MUÑOZ

GOLAZO 


Bienvenidos otra tarde más a La Cruceta, en unos instantes empezará el partido que enfrentará al Ciego contra el Lazarillo. El árbitro pita el inicio del partido, el saque pertenece al ciego aunque muy astutamente el Lazarillo le roba la pelota, pero la vuelve a recuperar en el regate y la controla con mucha calidad. Pero atención al Lazarillo, que le roba la pelota, dispara y... paradón del Ciego en una brillante intervención. Y así finaliza esta primera parte con dominio del Lazarillo. 

Va a dar comienzo la segunda parte, saca el Lazarillo, que le hace un caño, ya que sus piernas estaban en forma de agujero, aunque el ciego se anticipa a su jugada de ataque robando el balón al Lazarillo y realizando un contraataque que puede ser definitivo para el resultado. El defensa no se atreve a entrarle aunque, en un momento de descuido, el ciego le regatea, se dispone a tirar y... ¡Golazo! del ciego que, con un disparo fortísimo, le ha roto la cara al Lazarillo dejando trozos de dientes esparcidos por el césped y teniendo que retirar al Lazarillo en camilla cuando el árbitro da por finalizado el encuentro que en todo momento dominó el Lazarillo. 

Esto es todo en La Cruceta.

Autor: Sergio Flores Muñoz. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

RAMÓN CARO GARCÍA

Eran las tres de la tarde y hacía un calor de mil demonios. La habitación parecía una caldera y sólo me mantenía consciente el frescor que desprendía aquel angelical jarro de vino situado entre la sudorosas manos del ciego. Tenía tan seca la garganta que, cuando bebí por aquel diminuto agujero ese fresco licor, parecí subir al cielo y besar las esponjosas nubes que flotaban a mi alrededor. Tal eran mi satisfacción que, no pensando que el ciego se había dado cuenta de mi engaño o burla, relamía aquel sabor reconfortante de mi nueva boca. 

En ese momento, de gloria para mí, el ciego consumó su venganza y levantando aquel jarro, tesoro hasta ahora, me lo dejó caer en la boca como una roca de acero que me hizo ver los pájaros dianeros cantando unas pardicas. 

Fue tal el jarrazo que mi cara era un rompecabezas y los dientes me bailaban esquivando los trocillos de jarro residentes en mi ya casi inexistente boca.

Autor: Ramón Caro García. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JOSÉ ROBERTO BARRILADO MARTÍNEZ




CÓMO RAMBILLO HURTÓ EL VINO A CIEGUITO DE LA CALZADA 
Y DE LO QUE LE ACAECIÓ CON ÉL 

-I jan do mor. No encuentro el vinor de la pradera. Ese fistro de vino… ¿Cómor? Esto es un fistro de agujero sexual. Llamaré a la Meletérica. ¡Oh, nor, aún no la han inventado! Yo me tomaré la venganza contra ese torpedo. ¡Al ataquerrr! 

-¡Dios mío! No encuentro al coronel Truman y yo tengo sed y no siento las piernas. Necesito más un trago de vino que a mi cucurrucu. ¡Dios mío, cucurrucu! 

Y el Lazarillo de Tormes se dispone a disfrutar del sabroso vino sin imaginar las negras intenciones del Cieguito de la Calzada. Y, mientras el jarrillo rezuma y se desangra poco a poco en la boca de Rambillo… ¡POOFF! 

-¡Toma, torpedo, pecador, cobarde. ¿Ves lo que le pasa a quien me quita el vino? ¿Te das cuen? 

Mientras Rambillo se lamenta en un charco de sangre: 
-¡Dios mío, tengo miedo! ¿Dónde están los muchachos? ¡Ahora tampoco siento las muelas! ¡Esto es un infierno! ¡Necesito a mi cucurrucu! ¡Esta guerra ya no es mía! ¡Yo solo quería un poco de vino, yo sólo quería eso…! 

Y, como nuestro compañero es todo un veterano de guerra, no tardó en sanar sus heridas con lo mismo que se las produjo. 

¡Hasta luego, Lucas!

Autor: José Roberto Barrilado Martínez. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

MARÍA DEL CARMEN BAQUERO MARTÍNEZ

¡HOLA, PACA!

-¡Hola, Paca!

-¡Hola, María! ¿Sabes de lo que me he enterado? 

-Dime.

-Esta noche, un poco más y mata el ciego al chico que lo acompaña.

-¿Queeeé?

-Sí, lo que oyes, le ha esclafado un jarro de vino en la cara. 

-¿Y eso?

-A mí me ha dicho Encarna que se le ha caído sin darse cuenta, pero a Antonia se lo ha contado el propio Lázaro. Como vive al lado, al oír el estruendo, fue a ver qué pasaba.

-Y ¿qué ha pasado realmente? 

-Parece ser que el ciego se había dado cuenta de que el jarro, donde él bebía el vino, tenía un agujero por donde Lázaro se lo bebía a hurtadillas. Y cuando el chico estaba bebiendo, sin darse cuenta, se ha encontrado con la cara hecha un mapa y con los trozos de barro clavados en ella. No le ha quedado ni un diente. Le está muy bien empleado, por chulo.

-Pobre chico, voy a verlo.

Autora: María del Carmen Baquero Martínez. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

CARMEN ARANDA ARNAO

UN DÍA DE CASA 

-Lázaro, ven acá, que tu hijo no se quiere comer la comida. 

-Desde luego, la juventud de hoy en día ¿cuándo va a aprender a valorar las cosas? Hijo, ¿sabes que a tu edad yo no tenía qué comer? ¡Hasta me tenía que pelear con mi amo por unas gotas de vino. 

-Cuéntamelo otra vez, papá. 

-Si me prometes comértelo todo. 

-Lo prometo. 

-Pues iba yo con mi amo, un viejito que era muy marrano, no se lavaba los dientes como tú después de las comidas, ni la cara, ni las manos, nada, siempre iba muy sucio. 

-¿Qué guay, no tenía que lavarse! 

-¡No digas tonterías, hijo! Entonces teníamos un botijo con vino como el que tiene la abuela en su casa. Bueno, y él, que era muy egoísta, nunca me dejaba beber. Así que me las tuve que apañar y, después de mucho pensar, le hice un agujerito a la vasija por donde el líquido resbalaba hasta mi boca. 

-¿Y él no lo vio? 

-No podía ver, era ciego. Pero sí que lo pudo tocar y eso hizo. Después de mucho repasarlo con las manos, él, que era muy listo, encontró el agujero. 

-Pero papá, ¿cómo sabía él que tú te bebías el vino? 

-¡Hombre! ¡Porque cada vez iba quedando menos, igual que tú cuando te comes el chocolate que mamá compra. Pero sabes lo que fue peor de todo, que, como era tan malo, esperó a otro día y, en vez de regañarme, prefirió vengarse de una manera muy cruel. 

-¿Qué te hizo, papá? 

-Cogió el jarro mientras yo bebía, y me lo tiró a la cara. 

-¿Te dolió mucho? 

-¡Muchísimo! Estuve varios días sin poder hablar, y la boca me dolía horrores. 

-¿Como yo cuando me caí con la bici? 

-Sí, algo así. 

-¡Pobre papá! 

-Sí, así que tú, que puedes comer, come; y da gracias a Dios por los alimentos que tenemos. 

-Sí, papá. 

-Buen chico.

Autora: Carmen Aranda Arnao. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

MARÍA DEL CARMEN PÉREZ sÁNCHEZ

Querida mamá:

Te escribo para decirte que me tratan bien, a veces, pero eso de la comida lo llevo muy mal, porque estoy en el periodo de crecimiento y no me dan muy bien de comer. A veces, si tengo suerte, me como las sobras y, encima de todo, me hacen mucho trabajar. 

Cuando me abandonaste con el ciego, yo era muy ingenuo pero ahora, tal y como me ha tratado la vida, he tenido que despertar y poner mi cabeza a pensar en cómo me las podía ingeniar para echarme algo en la boca. 

Con mi primer amo, era muy fácil eso de comer, por una parte él me daba algo y yo me las ingeniaba para beber del vino que siempre llevaba, una vez incluso le hice un abujerito en la jarra del vino y lo tapé con cera, así, cuando se acercaba al fuego y la cera se derretía, yo bebía vino; y no te creas que se desperdiciaba mucho, que no dejaba que cayera ni una gota al suelo. 

Mi segundo amo era la persona más gorrona que he visto en mi miserable vida, ése ni siquiera me daba las sobras y, en su casa, estaba ya que me moría de hambre. Él guardaba el pan (en su casa no se comía de otra cosa) en un arca y yo me las ingenié para hacerle una copia a la llave; pero claro, si me comía los panes, se daba cuenta, así que tuve unos líos, con este amo, impresionantes. 

Mi tercer amo, cuando lo encontré, pensé que era un hombre con dinero pues iba bien vestido pero, al paso del tiempo, me di cuenta de que le tenía que alimentar yo. Pero este amo me ha dado todo el amor y el cariño que yo necesitaba y que tú te negaste a darme. No te lo echo en cara, pero ese amor me hizo mucha falta en algunos momentos muy duros en mi vida. 

Gracias a este dueño, pude saber lo que era la amistad.
                                                                                        Lázaro.

Autora: María del Carmen Pérez Sánchez. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

martes, 23 de junio de 2020

GERMÁN ROMERA FERNÁNDEZ

LA RADIO DE LOS LÍOS 

LOCUTOR: Bien, comenzamos este día, 24 de marzo de 1939 y, como ya saben, en este programa de radio pueden llamar contándonos sus pequeños problemas y líos… 
Bueno, parece que tenemos una llamada. 
¿Sí? Hola, buenas noches. 

LÁZARO: Hola. 

LOCUTOR: ¡Hola! ¿Cómo te llamas? 

LÁZARO: Me llam…, no tengo nombre. Sólo soy un pequeño y pobre lazarillo de un mísero ciego, sin madre, ni padre, ni nadie en este mundo a quien acudir. 

LOCUTOR: Hombre, no te pongas tan pésimo en este día tan hermoso, y vamos al lío, tío. 

LÁZARO: Bueno, me lío o problema, como ustedes lo llamen, es un problema que me sucedió hace dos días. 

LOCUTOR: Bueno, tío, pero cuéntalo ya. 

LÁZARO: Sí, sí claro, allá voy. Pues verá, señor, estaba yo con mi amo, que era ciego como ya le he mencionado yo antes, y… 

LOCUTOR: Por favor, dese prisa porque le quedan dos minutos. 

LÁZARO: Está bien, contaré sólo el final. Siempre que nos ponemos a cenar, él bebe un poco de vino de una tinaja, y yo le hice un agujero a esa tinaja y lo tapé con cera y, cuando arrimaba la tinaja al fuego, se derretía la cera y yo me bebía el vino. ¿A que es ingenioso? 

LOCUTOR: Sí, sí, pero vamos que te queda un minuto. 

LÁZARO: ¡Un minuto! Está bien, bueno. El caso es que me descubrió, claro, como le dio tantas vueltas al tinajo para ver si había algún agujero por donde se le escapara el vino… ¡lo encontró! y el muy avaro, ruin, mísero, y, sobre todo, pobre ciego; eso sí, ciego pero que sabe más el tío que un capullo. Bien, a lo que iba, disimuló y levantó sus manos tenebrosas como el demonio, y me lanzó la tinaja, que pesaba 10 kilos, sobre mi pobre rostro, rompiéndomelo y quedándome inconsciente. ¡Maldito hijo de puta! 

LOCUTOR: Bien, tenemos otra llamada. ¿Quién es? 

CIEGO: ¡Soy yo, el pobre ciego, y cuando te pille, Lazarillo, te voy a arrancar los ojos y desearás no haber nacido nunca! 
Pos, no será mamón el tío que dice que pesa 10 kilos y es un vaso que no pesa ni un gramo… 
¡Anda, Lazarillo, ven, ven si te atreves, y yo te tiraré la tinaja de 40 kilos! ¿Te acuerdas de ella, jajaja? 

LOCUTOR: Bueno, ya no hay más tiempo para llamadas ya que esta pequeña familia de… bueno, mejor callarse. ¡Hasta mañana y que duerman bien!

Autor: Germán Romera Fernández. 2º Bachillerto. Cusro 1995-1996.

ANA BELÉN TORRECILLA MARÍN

UNA CLASE ENTRETENIDA 

Mis queridísimos alumnos: Hoy os voy a contar una maravillosa historia de la cual podéis aprender una enseñanza. 

Había un pobre niño que vivía con un ciego, al que llamaba ogro. Este ogro todos los días solía comer con una jarra de vino a su lado, la cual tenía muy sujeta con sus dos gordas, peludas, y apestosas manos. El chico intentaba por todos los medios llegar al vino, tanto lo ansiaba que por las noches soñaba que conseguía una pócima mágica, la cual le convertía en un diminuto. Él trepaba hasta el jarro muy nervioso hasta que conseguía flotar en el agua de la vida. 

De pronto despertó y pensó que no podía seguir así, y una maravillosa idea rondaba en su mente, hacer un agujerito que después taparía con un pegote de cera y, fingiendo tener mucho frío, se metía entre sus piernas que, al mismo tiempo, con el calor de la lumbre, la cera se derretía y brotaba una fuente que le transportaba al otro mundo. 

El ciego, cuando fue a beber, vio que no quedaba vino, pegó un brinco muy enfurecido diciendo todas aquellas cosas malas que pasaban por su cabeza, mas luego tantas vueltas dio al jarro que halló la fuente y disimuló no haber notado nada. Al día siguiente, estando los dos cenando y a la vez disfrutando del maravilloso licorcillo, el ciego tomó su venganza y, con todas sus fuerzas, le arreó tal mochazo que los trozos y dientes de la cara parecían un puzzle de 1000 piezas. 

Moraleja: Al que no se anda con ojo, los ojos le cuesta.

Autora: Ana Belén Torrecilla Marín. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JUANI TORRECILLA PUERTA

COMENTARIO DE UN COMBATE DE BOXEO 

Hoy, día 27 de febrero, vamos a presenciar el combate más esperado por los seguidores del boxeo. 

Los luchadores van llegando al ring entre los aplausos y abucheos del público. 

Por fin ha llegado al cuadrilátero y, a este lado, tenemos, vestido con pantalón azul y con un peso de 110 kgs., a Casimiro (ciego), ganador de todos los combates realizados hasta ahora. A este otro lado del ring, vestido con pantalón rojo y con un peso de 59 kgs., tenemos al joven Muchoignoro (Lazarillo) que hasta el momento, no por falta de empeño, no ganó ninguno de sus combates anteriores. 

La pelea da comienzo, Muchoignoro da vueltas alrededor de Casimiro, el cual no se mueve, está muy seguro de sus posibilidades. 

Muchoignoro es el primero en soltar su puño pero Casimiro, muy, intuitivo pudo esquivarlo. 

(Pasa el tiempo, varios asaltos después) 

Señoras y señores, acaba de comenzar el sexto asalto, los luchadores comienzan a moverse alrededor del ring. Muchoignoro acaba de soltar un izquierdazo en la cara de Casimiro. Señoras y señores, esto es fabuloso, un desmadre, el combate está muy reñido, los dos reciben y burlan los golpes. 

Es impresionante ver cómo Casimiro, un hombre que, como su nombre indica, casi mira pero no puede porque es ciego, esquiva los golpes del joven ingenuo Muchoignoro. 

Hay un intercambio de miradas y… ¡menudo gancho acaba de darle Muchoignoro a Casimiro! y… acaba de sonar la campana que indica el fin del sexto asalto. Los dos luchadores caen rendidos en sus esquinas, donde repondrán ponen fuerzas. ¡Vaya por Dios! Muchoignoro se quedó sin bebida, nunca había ocurrido, eso demuestra la falta de profesionalidad, pero ¿qué está haciendo Muchoignoro? ¡Está haciendo un agujero en el botijo de vino!, que por cierto está prohibido beber alcohol en este tipo de deporte y en todos. ¡Menudo chorro cae en la boca de Muchoignoro mientras Casimiro intenta beber inútilmente, pero ¡se ha dado cuenta! ¡pero qué está haciendo! ¡no, no, no lo hagas! ¡Dios Santo, Casimiro acaba de darle con el botijo en la cara un golpe tan grande a Muchoignoro que se le han caído todos los dientes y le ha dejado la cara con trozos de jarro incrustados! 

Señoras y señores, el combate ha finalizado, esto ha sido bochornoso, creo que después de lo de hoy, no dejarán que estos dos luchadores boxeen en otro sitio. Eso sí, los amantes de la sangre habrán disfrutado de lo lindo después de ver estas imágenes. 

Me despido dando paso a unos documentales de la Naturaleza Viva.

Autora: Juani Torrecilla Puerta. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

sábado, 20 de junio de 2020

MARÍA JOSÉ SÁNCHEZ NAVARRO

CONCHA: ¡Paca! ¡Paca! Ven p’acá, que tengo que hablar contigo. 

PACA: ¿Qué quieres ahora? ¿Qué ha pasao? 

CONCHA: ¿A que no sabes el último chisme del pueblo? 

PACA: ¡No! ¡Yo qué voy a saber! Cuenta, cuenta. 

CONCHA: Pos mira, ¿te acuerdas del Lazarillo, aquel tarao que vivía con nuestro vecino el ciego? que dicen por ahi que su madre era una fulana; y su padre, un ladrón. 

PACA: ¡Anda que sí! ¡Lástima de quillo tan flacucho! 

CONCHA: Pos mira, el otro día se juntaron a comer como siempre, aunque no tendrían mucho porque son unos muertos de hambre; y al Lazarillo se le ocurrió de beber vino de ese que lleva el ciego, que dicen que lo roban de las misas, y no es de extrañar porque, con el borrachuzo del ciego, sabe Dios de ande lo sacarán; pero robao, desde luego. 

PACA: ¡Claro que sí, con las pintas que tienen! 

CONCHA: Sigo. Pos el sinvergüenza del Lazarillo se había viciado en beber del botijo sin que el ciego lo notara. Desde luego un crío que haga eso es pa darle un trompazo. ¡Anda que sí, si yo fuera su madre…! Pero el ciego notaba que le faltaba vino y entonces guardaba el botijo mejor, y no es de extrañar con el miserable ese, pero el Lazarillo se buscó una paja pa beber sin que se diera cuenta el ciego. Pero el ciego también se malició el muy borde, y entonces tapó el jarrillo con la mano. 

PACA: Desde luego, ¡hay que darse cuenta qué borrachuzos y asquerosos que son los dos!, porque el chiquillo tampoco es un santo 

CONCHA: ¡Sí, un santo pajares! que ya me he enterao de lo que hace por ahi. Se ve que le hizo el crío un bujero al botijo el vino y lo entaponó con cera. 

PACA: ¡Qué cosas se inventan, Señor, qué cosas! 

CONCHA: Y entonces, cuando se ponían a calentarse el ciego y el zagal, con la excusa de calentarse más, se metía entre las patas del viejo. 

PACA: ¡Qué asco! ¡Llevaría las patas suaves de mierda! 

CONCHA: Pos sí, hija, y entonces la cera del bujero se derretía y le caía el vino a chorro, justo en la boca del borrachillo. 

PACA: ¡Umm! ¡No me digas! ¡Qué estruciante, qué estruciante! 

CONCHA: Sí, pero calla y verás. El cegarruto se mosquió y notaba que el jarro pesaba poco, y le estaba entrando una mala leche… 

PACA: ¡Madre mía! ¡Que el tío se golía el asunto! 

CONCHA: ¡Pos claro! Porque entonces, sin titubear mucho, el ciego, con mucha suavidad, levantó el jarro como pa beber. 

PACA: ¡Umm, Dios mío! 

CONCHA: El zagal estaba traspuesto con lo que se había metido al cuerpo. Mira, le soltó un mochazo con el botijo al zagal en tos los morros.

PACA: ¿Cómo se quedaría el listillo? ¡Pos lisiao pa toa su vida! 

CONCHA: ¿Lisiao? ¡Calla, no le quedó un diente en pie, y los labios como tomates clafaos! ¡Y mu bien que le está! 

PACA: ¡Anda que sí, mira lo que te digo, esa gente, por mu ciego y desgraciao que sea, tienen mala leche de la mala, porque pa desgraciar al crío de esa manera…!

CONCHA: ¡Eso que tú dices! pero el dichoso Lazarillo también se las traía. 

PACA: ¡Santo Cielo, que me se quema el potaje! ¡Me voy!

Autora: María José Sánchez Navarro. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

ESTEBAN MORENO MARTÍNEZ

Estando yo una noche 

en aquella vieja y helada posada, 
con mi querido ciego 
y siendo tanto el frío que hacía 
que hasta las latas crujían, 
decidí meterme 
entre sus dos gordas piernas, 
que enebros a mí me parecían; 
eran negras, apestosas, 
y sus pelos, como las hojas 
de los ya mencionados; 
y en mi cara dolían. 

Pero en aquel matorral 
que eran sus piernas torcidas, 
yo a gusto me sentía 
porque miraba para adelante 
y el calor de la hoguera me escocía; 
y miraba para arriba 
y el chorrico me caía. 

Tantas vueltas y tientos 
le dio el ciego al jarro, 
sospechando que se estaba vaciando, 
que encontró mi amado encanto: 
“La goterica del jarro”. 

Llegada la medianoche, 
cuando la luna brillaba 
y el sol ya no nos miraba; 
y, sin haberme dicho nada el ciego 
de su anterior hallazgo; 
y estando yo chupando 
del orificio del jarro; 
lo levantó el ciego para arriba 
y, dejándolo caer en mi cara, 
fue tan grande el porrazo, 
que hasta los dientes decían: 
“¡De ti nos vamos, encanto!”. 

Después de este porrazo, 
me curó el ciego con vino 
las brechas que me hizo el jarro. 
Mientras el ciego me curaba, 
yo le decía: ¡Ay, ciego, ciego, 
quién tuviera tus ojos y tu olfato!, 
que no hay nadie que te engañé, 
ni yo, ni el vino, ni el jarro…

Autor: Esteban Moreno Martínez. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JUAN JOSÉ GARCÍA CELMA

CAPERUCITO ROJO Y EL OJETE PELÚO 


-Tralaralalita, voy a mi casita. ¿Hola! ¿Cómo estáis? ¡Yo estoy muy mal, Dios mío, ya no siento las piernas, Dios mío! Me llamo Caperucito Rojo y estoy en misión especial. ¡Pero esto es un infierno, Dios mío, hay vietnamitas por todas partes! Tengo miedo, y tengo que llevar este botija rosa al nido del Ojete, en donde me espera mi cieguito. ¡Ay, Dios mío, ya la he cagado! y es que no puedo decir cieguito, tengo que llamarlo por su nombre clave “Ojete Pelúo”. ¡Dios mío! ¡Dios mío! ya he llegado al nido del Ojete, Dios mío. Bueno, botija, te tengo que dejar con el Ojete Pelúo. Lleva cuidado de que no te toque la rajita, Dios mío. Te lo digo, pichurrichi, porque ayer te sobó un buen rato y el Ojete Pelúo tiene un aparato móvil especializado en encontrar rajitas. ¡Dios mío! Bueno, te dejo, pichurrichi, hasta luego. 

En esto, la desesperada botija pensaba: 
-¡No me dejes, pichurrichi! ¡Dios mío, no me dejes! ¡Estoy sola, Dios mío, pichurrichi, sin ti esto es un infierno! ¡Dios mío, te necesito, pichurrichi! ¡Dios mío, no te vayas, estoy sola! 

Pero la botija estaba ya en manos del Ojete Pelúo, quien lo primero que hizo fue empinarla y chuparle el pezón. Después de sobarla, se la llevo a la hoguera. Cuando vio Caperucito que la botija estaba muy calentorra, metió la cabeza entre las piernas del Ojete Pelúo y la apoyó sobre sus partes. Una vez ahí, Caperucito le quitó la cera y se puso a beber. Al rato, Caperucito dijo las ya conocidas tres gilipolleces, una detrás de otra. 
-¡Dios mío, Dios mío, Ojete Pelúo! ¡qué orejas más grandes tienes! 

El ciego le contesta diciendo: 
-Es para captar el canal internacional y las emisoras enemigas mejor. 

Vuelve a abrir la boca Caperucito diciendo: 
-¡Dios mío, Dios mío, Ojete Pelúo! ¡qué ojos más grandes tienes! 

Y responde el ciego: 
-Es para ver mejor cómo bebes por la rajita de la botija. 

Y sigue el cansado de Caperucito diciendo: 
-¡Dios mío, Dios mío, Ojete Pelúo! ¡qué boca más grande tienes! 

Y contesta el ciego diciendo: 
-Es para reírme mejor cuando te dé con la botija en toa la boca. 

-Ya me tienen harto entre Caperucito y el ciego, ¡joder! -dijo la botija. 

Ahora le toca a Caperucito hablar: 
-Bueno, pero espérate que termine con la botija, que quedarse a medias es muy malo. 

Caperucito, entonces, reanuda la operación con la botija. El capitán Ojete espera hasta que estuvieron a punto de terminar para, entonces, poner a la botija a hacer el salto del tigre sobre la boca de Caperucito. Como consecuencia, a la botija le da tanto gustillo que se abre por la rajita. Por su parte, Caperucito cierra los ojos y se desmaya. Cuando despertó, sus primeras palabras fueron: 
-¡Capitán ojete, Dios mío! ¡Esto es un infierno, capitán Ojete! ¡Ya no siento los dientes, Dios mío! ¿Dónde estás, mi currucucu?

Autor: Juan José García Celma. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

viernes, 19 de junio de 2020

MARIBI GÓMEZ SÁNCHEZ

JUSTICIA POR UN JARRO DE VINO 

Señoras y señores, se abre la sesión en el juzgado número 2 de Salamanca con el Ilustrísimo Señor don Armando Arroyo, en el caso que la pasada semana fue denunciado por el Señor Jarro, contra el conocido Lázaro y su amo. Escuchemos a nuestro Ilustrísimo Señor Juez. 

JUEZ: Levántese el demandante y exponga su versión de los hechos. 

JARRO: Yo vivía con Lázaro y su amo, y en mí siempre depositaban el dulce vino que ellos bebían, pero una noche, bebiendo vino el ciego, no paraba de sospechar que Lázaro, de alguna manera, se estaba bebiendo el vino. De pronto el ciego me abrazó y no me soltaba porque no quería que Lázaro volviera a tomarle el pelo. Yo pensé que a Lázaro ya se le había acabado la buena suerte, pero al día siguiente el ingenio de Lázaro pudo de nuevo con el ciego, me cogió y me hizo un agujero. Yo pensé morirme, y después me lo tapó con una tortilla de cera para que, cuando se juntaran Lázaro y el ciego abrazado a mí junto al fuego, la cera se derritiera y así poder salir una fuentecilla de vino. Lázaro se ponía debajo de mí y entre las piernas del ciego haciéndole creer que tenía frío, de esta manera Lázaro podía beber vino del agujero que me había hecho, inclinando un poco la cabeza. Pero no sé cómo, el ciego se dio cuenta de que Lázaro volvía a mentirle; y sin sospecharlo yo, me cogió y me lanzó con todas sus fuerzas, y me arrojó contra la cabeza de Lázaro. Nunca se me olvidará la cara de placer que tenía Lázaro y lo pronto que le cambió. Pasó de ser una cara inocente a una de diablillo sin dientes y con casquillos de mí introducidos en su cara, que usted, Señor Juez, hoy mismo puede comprobar. 

Así que pido justicia, exijo que me devuelvan mis partes del cuerpo y que vuelva a ser útil como antes. 

CIEGO: ¡¡Protesto, señoría!! No puedo ser acusado de algo que hice bien, Lázaro es un menor de edad y no puede beber esa clase de bebidas. 

LÁZARO: Él no lo hizo por eso, lo hizo porque es un roñoso y lo quiere todo para él. 

JUEZ: El veredicto es el siguiente: El ciego queda culpable de los hechos porque no tenía que haber pagado su malhumor con el jarro, por lo tanto debe llevar al Jarro a una alfarería, arreglarlo, pagar los desperfectos, y queda en libertad condicional. Y Lázaro, a partir de hoy, tendrá antecedentes penales por abusar de la bebida antes de los 16 años.

Autora: Maribi Gómez Sánchez. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

FELIPE GUIRAO JIMÉNEZ

LO QUE NECESITAS ES AMOR 


-Buenas noches, señoras y señores. Bienvenidos a esta nueva edición de LO QUE NECESITAS ES AMOR. Yo soy Jesús Puente y les voy a acompañar a lo largo de este programa. 
Bien, nuestro primer caso es el de un pobre ciego que ha venido hasta aquí para reconciliarse con su lazarillo, llamado Lázaro. 

-Buenas noches, señor ciego. 

-Buenas noches, señor Puente -respondió el ciego. 

-Bueno, ¿quiere compartir su historia con nosotros? 

-Pues todo comenzó cuando empecé a notar que faltaba vino en mi jarro y, tras darle mil vueltas, me encontré con que le había hecho un agujero y lo tenía tapado con cera. Yo lo pasé por alto, pensando que no lo volvería a hacer… “Menuda trola acabo de decir”-pensó el ciego-, y prosiguió… pero, otro día, al darme cuenta de que lo estaba haciendo otra vez, no pude resistirme y le di un golpecito con el jarro, para que no lo volviese a hacer –“golpecito con el que casi le arranco la cabeza” -pensaba el ciego mientras hablaba-. Y esa es toda la historia, señor Puente. 

-Muchas gracias, señor ciego. Ayer estuvimos hablando con Lázaro y nos contó una historia parecida. Veamos si está aquí para reconciliarse. 

Se abre la puerta y aparece Lázaro, que se dirige al ciego y le da un abrazo. 

"Si tuviera un mazo…" -pensó Lázaro. 

"Si tuviera otro jarro…" -pensaba, a su vez, el ciego. 

-Bienvenido a LO QUE NECESITAS ES AMOR, Lázaro. 

-"Lo que necesito es comer" -decía Lázaro para sus adentros-. Gracias, señor Puente. 

-¿Te hizo mucho daño con el jarro? 

"No, comparado con el que le voy a hacer yo" -iba a decir Lázaro pero se reprimió. 

-Pues, como vemos, todo ha acabado bien. 

Eso ya lo veremos -pensaron Lázaro y el ciego simultáneamente. 

Autor: Felipe Guirao Jiménez. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

JOSÉ LUIS JORQUERA GARCÍA

MUSCA - MUSCAE 


La soledad… donde quiera que vamos, nos acompaña a todas nosotras, la vida nos enseña a ser malas y pesadas con otros seres. Las asesinas de las arañas, la galantes libélulas, los nocturnos mosquitos… ¡todos! llevan una vida mejor que las gordetas, pesadas y comilonas moscas; pero, si a alguien no soportamos, es a las pijillas de las abejas…, todas ellas y sus cómplices “gigantes sin pelo” que, desde que les dieron un trabajo estable, andan por la calle con aires de chulería y el aguijón afilado. 

Estos gigantes sin pelo, racistas y egoístas, a pesar de ser nuestra peor pesadilla, significan también, el centro de atención de las moscas hambrientas (y de -Transfusiones de sangre. Corporación mosquitera, S.L.) que utilizamos todos los residuos, basuras, comidas e incluso excrementos que ellos producen para su alimentación o despojo. 

Todos los días son aburridos para una mosca, te pasas horas sin comer, pero… algunas moscas, como yo, tienen la suerte de encontrar días en los que comes mejor que en el convite de la Primera Comunión: 

Sucedió aquella noche, volaba por los sitios más pobres de cada pueblo buscando alguna migaja de pan y refugiándome del frío en las ropas calientes de los vagabundos expuestos al fuego de leña que encendían. 
Es muy arriesgado ser mosca, cualquier movimiento espontáneo de estos gigantes puede llevarte a la muerte, pero… así es la vida y, como decía mi madre: ¡“No hay mejor honor que morir en manos de un humano”!
Bueno… sigo, resulta que por estos lugares andaba un ciego acompañado por su lazarillo que, sentados frente al fuego, dormían. El ciego, entre sus brazos y piernas, tenía un jarrón lleno de vino, supongo, porque este niño tenía la boca pringada de este delicioso manjar, debía ser… porque había estado bebiendo antes. 
¡Aaaaaa!, ¡mmmm!, ¡ffff!, mis antenitas hicieron “tilín-tilín”, desplegué mis alas y me dirigí a la boca del jarrón y a cruzarla entre los dedos de este ciego. Y… ¡plaf!, chocó en las paredes del jarrón al darme cuenta de que el niño se levantaba silenciosamente, y entre mí pensaba… ¿se habrá dado cuenta?, o… ¿es que me habrá leído la memoria? 
¡Pero… esto es un niño o es una mosca! -decía- porque el muy listillo tenía en el jarrón un agujerillo tapado con cera que se derretía con el fuego y así bebía el delicioso vino. 
Le echaba todo tipo de maldiciones, juramentos e insultos a aquel desgraciado niño y me fui, me fui como ¡siempre! sola… y hambrienta, pero ¡después! oí un estruendo que me dejó tirada en el suelo y volé rápidamente al lugar de los hechos, y es que el bueno del ciego le había tirado el jarrón a la cara al enterarse de lo que hacía, pero… es que después, el ciego mojó de vino la cara de Lazarillo para curar sus arañazos.
Y… no lo pensé más, volé y relamí todo el vino, ¡mmm!, y daba gracias al bueno de ciego. 
*Texto publicado en el mil novecientos y tantos por esta mosca fundadora ONCE (ayuda a los ciegos).

Autor: José Luis Jorquera García. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

jueves, 18 de junio de 2020

ENCARNA SERRANO PASTOR


EL JARRÓN DEL VINO

Por aquel entonces yo, Lázaro de Tormes, escritor, clérigo y máximo representante de la Inquisición, fui mandado a un monasterio acompañado de un muchacho iniciado en el celibato para investigar una serie de asesinatos y sucesos en el susodicho y empobrecido monasterio. Al llegar allí, nos dirigieron en presencia del Abad, el cual, sin tan siquiera saludarnos, nos dijo: 
-Sé por qué estáis aquí, y en esta época oscura doy gracias a Dios porque me la hizo ver más negra. 

Él estaba en un sillón vuelto de espaldas y le pregunté el porqué, enseguida contestó: 
-Por no dejarme ver la sangre que mancha este santo lugar, al que ha abandonado la gracia de nuestro Señor. 

Al darse la vuelta, contemplé que una decrépita ceguera asolaba su mirada. No pasaron muchos días antes de la siguiente muerte. Los cuatro muertos anteriores tenían algo en común con éste, todos desprendían un fuerte olor a alcohol. Mi mancebo un día me llevó a una especie de laberinto que había descubierto a través de un pasadizo disimulado por una estantería de libros viejos, todos referentes a los pecados mundanos, entre los que destacaba el alcoholismo. Después de veinte minutos de fatigada caminata, encontramos un jarroncito con aspecto de abandono, lleno de polvo y dedos señalados en él, se observaba esportillado y alrededor, en el suelo, muchas manchas oscuras como si se hubiera caído y derramado su contenido, que desprendía una fuerte fragancia que advertí ser la misma de los cadáveres. Lo sostuve entre mis manos y sentí una extraña tentación pero, cuando lo inclinaba para darle unos besos callados, observé unas letras escritas en la arcilla de éste. Decían así: “Beba y será lo último”. Lo tomé y nos marchamos. En los siguientes días, aprecié que allí no se servía vino pero que el Abad desprendía de la boca del estómago la misma olor de aquella uva fermentada. Volví al lugar del crimen y comencé a acariciar la vasija hasta encontrar un pequeño agujero en la parte baja de éste. Con cuidado, aparté la cera que lo cubría y comencé a beber, no podía dejar de hacerlo, ni siquiera cuando oí que alguien venía. Entonces me recosté en el suelo y seguí bebiendo. Era el Abad ciego que fue a coger el jarrón pero no estaba, se dio cuenta de que era yo, no sé por qué, pero sé que me detectó por el sonido del vino calando mi garganta. Se volvió y, agarrando el jarrón, me lo estampó en la cara. 

Ahora él yace en la tierra reducido a cenizas al ser juzgado y condenado a la hoguera por la Inquisición. Todos creen que los motivos que dio son propios de un loco, ya que se defendió diciendo que el licor había pasado de generación en generación, y que ya sus antepasados ponían veneno en ambos pitos del jarrón. Por eso ni él ni yo morimos al beber tentados por el embriagador aroma que nos cegaba. Yo sé que no era un loco ya que yo seguí bebiendo con mi cara marcada. 

Esto lo escribo no en mi sano juicio, ya que lo perdí al acabarse el elixir de mi vida, y ahora perezco en este sanatorio con unos loqueros que pronto publicarán mis memorias.

Autora: Encarna Serrano Pastor. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

MARÍA SÁNCHEZ MARÍN

EL CIEGO VENGATIVO

En una noche de diciembre de 1567, en el monasterio de Montserrat, un viejo hombre, vestido con áspero sayal ceñido por una cuerda, daba vueltas a un jarro de vino hasta que halló el agujero, el cual disimuló de no haber encontrado. Era un ciego que velaba su jarro de vino al modo de los antiguos caballeros. 

Sobre una mesa reposaba el jarro de vino que él había depositado allí aquella misma tarde. Pero no era el jarro de vino lo que velaba, sino otras cosas que sólo estaban en su mente y en su intención: la venganza sobre el Lazarillo de Tormes, el cual le había estado robando el vino. 

Lazarillo de Tormes había sido herido meses antes por el desprecio de su madre hacia él. Durante aquella noche pidió, para distraerse, ponerse entre las piernas de aquel ciego para disfrutar del jugoso vino, sin embargo el ciego sólo pensaba en hacer a Lázaro todo el daño posible. Mientras Lázaro permanecía sumido en un estupendo sueño de vino e indiferente al ciego, éste se levantó y estampó el jarro en aquella cara de felicidad, estropeándola, resquebrajándola y haciendo desaparecer sus dientes blancos como perlas. Lázaro creyó que había sido llevado a un país lejano donde le acechaba a la muerte.

Autora: María Sánchez Marín. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.

MARÍA LUISA TORRECILLA VILAS

Como solía hacer todos los días, pedí a mi viejo y astuto amo que me calentase entre sus viejas y arrugadas piernas, viendo yo, con gran entusiasmo y alegría, que entre sus grandes manos estaba aquel objeto prohibido para mí, el jarro hecho de barro rebosando de aquel licor también prohibido, aquel licor que ya en muchas ocasiones antes había saboreado y, con gran desgracia mía, diose cuenta mi amo de la falta de dicho licor en todas estas ocasiones. 

Junto con aquel calor que desprendía la fogarata, derritióse aquella maravillosa masa viscosa, la cual tapaba el orificio que con tanto trabajo me costó hacer con el fin de poder seguir saboreando aquel delicioso licor. 

Una vez todo derretido, comenzó a salir un chorrito pequeño de aquello tan delicioso; como una fuentecilla de la cual sale un hilito de agua; dicho licor guardaba entre sus ya viejas manos como si fuese su más preciado tesoro. 

Estando yo saboreando con la cabeza inclinada hacia atrás, y ojos semiabiertos, aquel delicioso manjar, sentí un gran golpe seco, y a la vez húmedo, notando cómo el vino resbalaba por mi rostro. Cuando vine a darme cuenta, mi amo había roto el jarro de vino en mi cara con todas sus fuerzas, que, a pesar de ser viejo, las poseía. Y allí quedé yo con la cara desfigurada por los cortes y sin algunos de mis dientes, ya que aquel golpecillo me dejó sin algunos de ellos. 

Y es que mi astuto amo, habiéndole dado miles de vueltas al jarro tanteándolo, diose cuenta del orificio, y el muy astuto se mantuvo en silencio, esperando para más tarde poder darme con él y así vengarse.

Autora: María Luisa Torrecilla Vilas. 2º Bachillerato. Curso 1995-1996.